Korcula me supo enamorar al instante por sus vestigios históricos y su naturaleza, sobre todo, por sus calas y eso que algunas de ellas no son más grandes que la cabeza de un alfiler. También me gustó mucho la playa de Vela Przina, una de las pocas playas de arena de la isla y en general de Croacia, un país en el que abundan las playas de guijarros. En verano está abarrotada, pero en temporada baja es toda una gozada.
En cuanto a Korcula, uno no puede evitar caer bajo el embrujo de esta ciudad que se encuentra refugiada bajo los muros de una pequeña península. Además, solo se puede acceder a la ciudad a través de una puerta gruesa y majestuosa que cuenta con unas escaleras muy bonitas. En el programa: visitar la catedral de San Marcos y sus calles tortuosas. En cambio, no me impresionó mucho la casa de Marco Polo. La isla presume de ser el lugar de nacimiento del gran explorador, pero se trata más bien de una atracción que intenta sorprender a los más pequeños.
Los demás pueblos de la isla son adorables y cada uno de ellos posee piedras antiguas que seguro que te encantarán.
Korčula me hace sentir algo muy especial. La isla y el pueblo principal de esta comparten el nombre, pero también hay otras playas y otros pueblos, como Vela Luka, por ejemplo, que jalonan las costas del resto de la isla.
La mayoría de las playas que hay en Korčula son playas de guijarros (así que no te olvides de llevar zapatos de goma para protegerte los pies) a excepción de algunas, como la de Lumbarda, que es de arena.
Alquilar un coche o una scooter y pasear por la isla en busca de playas remotas y escondidas podría ser una buena idea. Los más deportistas podrían hacer lo mismo en bicicleta, aunque es importante que sepas que las carreteras de Korčula presentan grandes desniveles.
Fue sin duda una de mis etapas favoritas durante mi viaje por Croacia.
Korcula es sin duda alguna una de las islas croatas más hermosas: cuenta con un litoral excepcional, una costa cincelada por rocas volcánicas bañadas por el Adriático y una magnífica paleta de colores, desde el azul profundo del mar, al verde intenso de sus pinares, pasando por el blanco de la piedra de las fachadas de los cascos antiguos de sus ciudades.
Te recomiendo que pases al menos dos días en el casco antiguo de Korcula, una especie de Dubrovnik en miniatura. Se trata de una magnífica ciudad fortificada constituida por un laberinto de sinuosas calles y callejones. Otro punto fuerte de Korcula es que suele haber muchos menos turistas que en su hermana mayor, la ciudad de Dubrovnik. No obstante, parece que poco a poco se está convirtiendo en uno de los destinos croatas favoritos de los veraneantes. ¡De modo que, si deseas experimentar al máximo la tranquilidad y la calma de esta idílica isla, visítala en temporada baja!