Anteriormente, Malapascua solamente era reconocida por su larga playa de arena blanca, Bounty Beach. Es una pequeña isla, de 2,5 km por 1 km, en la que no hay muchas cosas que hacer, lo cual es perfecto para quienes buscan tranquilidad y descanso.
Actualmente, esta isla empieza a ser conocida también entre los buceadores. Sus costas albergan increíbles jardines de coral que, a pesar de la pesca intensiva que se lleva a cabo en Filipinas, todavía se encuentran bastante bien conservadas. También se pueden ver mantarrayas y todo tipo de especies de tiburón.
Serás tú quien decida si pasar una noche en la isla o si, por el contrario, prefieres solamente pasar el día. En cualquier caso, si te encuentras en los alrededores, te aconsejo que des una vuelta por allí.
Mala Pascua es un lugar mágico, un edén para los cristianos, el jannah para los musulmanes y el nirvana para los budistas... En apenas 4 km de perímetro, podrás ver enormes contrastes y gente con intereses muy diversos. En general, los extranjeros van allí por una razón muy concreta: bucear. Yo pude ver tiburones zorro y creo que solo por eso el sitio merece una visita.
Los habitantes viven en comunidades y se ganan la vida a la manera tradicional, con la pesca y la agricultura. Pero, sobre todo, viven con una sonrisa permanente. Por último, algunos viajeros buscan un lugar increíble en el que relajarse, meditar y huir de la civilización, como, por ejemplo, la playa Bambú o Small Beach.
Si quieres ver cómo viven los filipinos de verdad, dirígete al centro de la isla y verás un ejemplo claro de sus dos pasiones: el baloncesto y el karaoke. Allí pude ver por primera vez algo que me encantó: niños jugando al baloncesto en chancletas. ¡Ni el mismísimo Michael Jordan es tan profesional!