La isla de Apo es uno de mis mejores recuerdos de las Filipinas. La isla es impresionante con sus playas de arena blanca, su laguna llena de peces y sus apartadas calas super románticas. Me conquistó. Pequeña en tamaño y no muy desarrollada, las infraestructuras son básicas, pero eso es lo que más encanto le da a la isla. Allí no hace falta nada, tan sólo una toalla y un buen libro.
Si vas a las Filipinas y quieres relajarte en un entorno paradisíaco, te recomiendo que pases unos días en la isla de Apo. Es el lugar ideal para romper la rutina. La gente local es muy acogedora. Disfruté muchísimo paseando con los niños del lugar que tenían numerosas cosas que mostrarme, y trataron de enseñarme a recoger cocos, sin mucho éxito, y buscar conchas.
Escuché hablar de la isla Apo durante mi viaje a la isla de Siquijor. Tenía bastante curiosidad por ver el reflujo de gas volcánico que componen los famosos fondos marinos de la isla.
El acceso es relativamente fácil desde Dumaguete; todo el mundo conoce la isla y cómo llegar a ella.
En caso de que tengas un presupuesto limitado, te recomiendo que tomes un yipni desde Dumaguete hasta Malapatay (que también es un mercado famoso los miércoles) y que te acerques a la orilla del mar a comprar tus billetes de barco. Los hay de todos los precios en función del número de personas, la hora, etc.
La isla Apo es muy tranquila y vive al ritmo del sol, sus playas están desiertas y lo único que te recordará que hay formas de vida maravillosas en el fondo marino son los barcos que navegan por sus aguas.