Es tentador ir a Finlandia en invierno para descubrir el país de Papá Noel bajo ese suave manto de nieve. O para ver a los pescadores en los fondeaderos congelados en mitad de la ciudad con sus barcos inmovilizados. Sin embargo, lo mejor es reservarse estas imágenes para Laponia y los grandes espacios del norte, porque en realidad Helsinki es muy distinta y no te aconsejo visitarla en invierno.
Helsinki es mucho más agradable cuando puedes dejar los guantes en el cajón y todo está lleno de flores. Allí pude descubrir los tesoros de una ciudad cálida. Con la catedral blanca, el museo de arte moderno de Kiasma, la fortaleza de Suomenlinna o el misterioso zoo Korkeasaari, en Helsinki hay para todos los gustos.
Durante un viaje por Finlandia, es imprescindible que vayas a la capital. Como viví en Finlandia durante un año, pude ir a Helsinki varias veces. Los lugares interesantes están relativamente cerca entre sí, así que te aconsejo que recorras la ciudad a pie. ¡Abrígate bien si vas en invierno!
La estación de tren es impresionante, con una torre del reloj de 48 metros de altura. Para los amantes del arte contemporáneo, el Kiasma, justo al lado, merece mucho la pena.
Después, a mí personalmente me gusta darme un paseo para ver la catedral blanca, el mercado central y el parque Esplanadi. Dos monumentos que me impresionaron fueron la catedral Uspensky, de influencia rusa, y la iglesia de Temppeliaukio, excavada en la roca. Si tienes tiempo, toma un barco hacia la isla de Suomenlinna, una fortaleza construida entre los siglos XVIII y XIX. Es Patrimonio Mundial Cultural de la UNESCO.
En el norte de la ciudad, desde la colina más alta de Helsinki podrás ver una panorámica impresionante. Tras subir los 424 escalones de madera, por fin estarás en lo alto de la (pequeña) colina para ver el paisaje de alrededor. Será un instante de pura contemplación, en silencio y con los cabellos al viento: muy relajante.
A Helsinki fui sobre todo para ver el diseño finlandés y no me decepcionó para nada. Además, me sorprendió agradablemente la diversidad arquitectónica de la capital finlandesa, con influencia de muchos estilos distintos.
En Helsinki también tuve ocasión de ver el mercadillo navideño que había detrás de la catedral luterana. Con sus casetitas rojas y sus velas por todas partes, el ambiente me pareció muy acogedor. Sí, la verdad es que conservo muy buen recuerdo, aparte de las bajísimas temperaturas y los copos de nieve, que iban haciéndose más densos por minutos.
Finalmente, también hice un esfuerzo por parar en algunos cafés típicos. Porque no beber café durante mi viaje a Finlandia, siendo el país que más lo consume de todo el mundo, habría sido, sencillamente, un grave error.