Llegué a Pollença después de haber recorrido toda la costa este de la isla, distorsionada por varias ciudades turísticas artificiales a cuál más espantosa. Fue una gran sorpresa llegar a esta ciudad llena de encanto que vive ajena al turismo de masas. Al perderte por sus calles sentirás su atmósfera típica mallorquina. Sube los 365 escalones que llevan al Calvario y disfruta de unas vistas panorámicas de toda la ciudad.
Durante mi viaje a Mallorca me gustaron especialmente los alrededores de la ciudad. Y sobre todo la punta norte de la bahía de Pollença, que lleva hasta el cabo de Formentor. Me detuve en la playa de Formentor, que se ha vuelto muy famosa gracias al hotel homónimo. Se trata de una hermosa lengua de arena blanca, ideal para darse un chapuzón o beber un mojito en uno de los numerosos bares de la playa. Al este del cabo, te recomiendo fervientemente que desciendas hasta Cala Figuera, un lugar mágico. Los paisajes de este rincón de la isla son sencillamente magníficos.
Pollença es una ciudad un poco aparte que no tiene mucho en común con sus vecinas. Lejos de la locura de las estaciones balnearias, allí estarás en medio de las montañas. Pollença actúa de paraíso para el caminante. Para los grandes senderistas y los amantes de la vacaciones deportivas, lánzate directamente al asalto del GR220.
Para los menos deportistas o para los que quieren pasar unas vacaciones un poco más relajadas, Pollença ofrece múltiples posibilidades de paseos más tranquilos. La ciudad está rodeada de montañas y colinas, los numerosos caminos señalizados permiten explorar los alrededores y admirar diferentes puntos de vista panorámicos. El Puig de Maria es uno de mis mejores recuerdos. El ascenso es corto pero intenso. Por un lado las montas y por el otro el mar que asoma tímidamente. Llegamos a lo alto y la montaña es tan bella que el esfuerzo ha valido la pena.
Pollença es una pequeña y agradable ciudad agradable donde sienta bien pasear por sus callejuelas que datan de los siglox XVII y XVIII. El centro se organiza alrededor de la plaza Mayor, donde podrás descubir la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, después subir los 365 escalones del monte Calvario, hasta la capilla y el oratorio del Rosario Antiguo para admirar las vistas panorámicas. El puente romano y el convento de Santo Domingo tambien merecen una visita. Después, podrás descender a la playa de Puerto de Pollença que ofrece una magnífica vista sobre el cabo de Formentor.
Lo que más me gustó durante mi visita a estos lugares fue, a sólo diez minutos en coche de Pollença, la playa Cala Sant Vicenc, una cala escondida entre rocas, que ofrece tres bahías de aguas cristalinas donde se puede prácticar buceo con gafas y tubo. Pero el must, es descubrir la casi isla de Formentor, el punto más septentrional de Mallorca: ¡simplemente espectacular! Es una etapa imprescindible durante tu viaje a las islas Baleares. Para ir al Cabo de Formentor, sal desde Alcudia: el camino que bordea la bahía de Pollença es mágico. Serpentea despues en la montaña, en el flanco de la costa, toma altura y domina todo el Puerto de Pollença y su bahía. Después se llega al parking del mirador de la Punta Nau. Tendrás que caminar durante algunos minutos para descubrir esas grandiosas vistas: una costa recortada y afilada, con rocas blancas que caen en el mar azul oscuro, con vistas a las islas de Colomer y de Menorca. ¡Raramente he admirado un mirador tan espectacular! Si te apetece, puedes seguir ascendiendo y subir hasta lo alto de la torre de vigilancia de Talaia d'Albertcutx. Finalmente, no puedes volver a Pollença sin haber visto una de las magníficas playas de la península. Extendí mi toalla en la de Formentor: agua transparente que haría palidecer a un fantasma, montaña verde, arena clara y pinos para situarse a la sombra... ¡un paraiso terreste donde me senti realmente de vacaciones!