Bonampak es toda una maravilla para mi vista, no por su estado de conservación ni por su arquitectura, sino sobretodo por sus pinturas. Me pareció de lo más fascinante perderme en las lúgubres galerías. Afortunadamente tenía una linterna para que, a medida que avanzaba, pudieran revelarse las paredes con sus coloridos frescos tan característicos del arte maya. Son las pinturas más hermosas que pude ver durante mi estancia en México.
Como en Yaxchilán, el encanto de este lugar reside en esa suave mezcla de templos y naturaleza. La hierba se ha apoderado de rocas y piedas, que no están siempre estables, por lo que hay que tener mucho cuidado al ir subiendo peldaños. La situación excepcional del sitio es muy agradable, ya que da sombra y aire fresco aun a pesar del calor, por lo que uno se puede sentir bien, a gusto, y tomarse el tiempo necesario.
También me gustó el gran esfuerzo en cuanto a documentación e información, todo bien distribuido por todos los puntos, de forma que se podía comprender mejor este espacio. Bonampak ha cumplido todas mis expectativas en cuanto a cultura y naturaleza, y es un auténtico descubrimiento histórico en un marco ideal.