Pudimos sonreír con aquellos 5200 escalones antes de marchar: no debe haber nada más terrible. No lográbamos ponernos de acuerdo después de dos horas y media de esfuerzos. Para muestra un botón: la torre Eiffel "apenas" tiene 1665 escalones. Pero aquello no era sólo terreno de atletas duros; también pudimos ver a varias familias subiendo por allí con sus hijos. Eso sí, preparaos para estar doloridos de agujetas al día siguiente.
Es preferible, pues, que realicéis el ascenso de noche, ya que así os evitaréis desanimaros tanto frente al inteminable tramo de escalones. El amanecer es espectacular, y se ve magnificado sin duda gracias al triángulo perfecto que se forma con la sombra del Pico de Adán. Os debo avisar sin embargo que el templo de la cima que protege las pisadas de Adán, Buda o Shiva (según la religión) sólo se abre al público en la época de peregrinación, entre diciembre y abril.
Durante el descenso, se pueden observar las numerosas cascadas que fluyen desde las montañas y los valles exuberantes típicos de esta región de Sri Lanka. Una experiencia agotadora física y psicológicamente... ¡pero inolvidable!