Capital de Albania, Tirana, con sus aproximadamente 800.000 habitantes, es una ciudad caótica. Muy caótica. Y eso es, seguramente, la primera cosa que notamos: tráfico infernal en las grandes avenidas, polvo en el ambiente, construcciones anárquicas, baches, ruido, etc. Sobre todo alrededor de la inmensa plaza principal Skanderberg, uno se pregunta qué ha pasado con los edificios históricos de la ciudad o si bien Tirana no ha sido enteramente construida en los años 60. Es, en efecto, un bosque de construcciones de hormigón lo que tenemos delante de los ojos, del que el alcalde de Tirana ordenó, en el año 2000, repintar todas las fachadas con todos los colores del arco iris... Así que, forzosamente, una vez que llegamos a Tirana, tenemos unas ganas enormes de marcharnos.
Sin embargo, me quedé algunos días en Tirana y debo admitir que después de la primera impresión fui seducido por esta ciudad que tiene una energía y una pasión sin igual. Capital del país más pobre de Europa, Tirana ofrece, no obstante, numerosos cafés, bares y restaurantes que sirven de refugio a su población increíblemente joven. La ciudad aun me parece una etapa indispensable en un viaje por Albania.
Las tres semanas que había inicialmente previsto para visitar Albania se quedaron finalmente reducidas a tres días.
Quedé muy decepcionada y contrariada por muchas cosas durante mi viaje por Albania, sin embargo reconozco que Tirana me sorprendió. Hay que decir que después del trayecto en autobús desde Macedonia, después de Durrës, me esperaba algo bastante peor al llegar a la capital.
La ciudad tiene un cierto encanto, no es en absoluto desagradable para pasear y callejear. Hay muchas mezquitas hermosas y cafés agradables. Los precios son asequibles.
Pero desde Tirana es difícil ir a otras partes del país utilizando el transporte público. Esta dificultad, unida a una meteorología detestable que me obligó a anular mi viaje hacia el norte (Shkodra y Thethi) me hizo huir de Albania definitivamente.
Pero pienso volver, porque creo que no he sido bastante indulgente con ese país. Es uno de los pocos a los que estoy dispuesta a darles una segunda oportunidad, al menos por ahora.
Después de un mes de vivir en Tirana, pienso sinceramente que cuanto más tiempo pasa, ¡más aprendo a amarla! Un poco recelosa al principio, enseguida me di cuenta de que sus habitantes podían mostrarse muy afectuosos a poco que hiciésemos el esfuerzo de aprender algunas palabras de su idioma y utilizarlas con ellas. Esta capital de tamaño aceptable me pareceimprescindible durante una visita a Albania, tanto por sus riquezas culturales como por su estilo de vida relajado.
Esta ciudad en pleno cambio es extremadamente variada y los barrios son muy diferentes: en el centro, la plaza Skanderbeg contiene los principales monumentos: el museo nacional, la ópera, el banco central y otros ministerios que conservan un estilo arquitectónico a la italiana. En Blok (antiguo barrio de la Nomenklatura comunista), descubrirás un barrio bastante más moderno con numerosos bares, restaurantes, pubs o incluso discotecas, mientras que si te alejas un poco más del centro, ¡tendrás la impresión de encontrarte en oriente! Aquí, entre alimentos y ropa extendida sobre la acera, uno tendría la impresión de que es día de mercadillo todos los días.
Toma también tu tiempo para "vivir a la albanesa", lo cual consiste ¡en frecuentar en todo momento del día los numerosos cafés que encontrarás en la capital! Baratos y con decoraciones diversas y variadas (¡pero siempre originales!) se podría casi pensar que son como una segunda casa pero sobre todo son un lugar de encuentros, de descanso (sí, también para ligar) e ¡incluso de trabajo!