Es inevitable, si decides realizar un crucero a la Antártida, tendrás que atravesar el famoso Pasaje de Drake y sus monstruosas olas. La travesía tiene una duración de unas 24 horas y es relativamente agradable.
Yo tuve la suerte de navegar sin incidencias tanto a la ida como a la vuelta, pero no siempre es así. La primera mañana, me desperté con una gran sonrisa en la cara y hasta las pequeñas molestias típicas de esta travesía tan agitada me hacían reír: me di un golpe en la cara contra la pared mientras me duchaba, los camareros del restaurante tenían que hacer equilibrios para que no se les cayeran las tazas de café de la bandeja, una señora volcó estando sentada en una silla y se cayó al suelo... Me mareé un poco durante la ida, pero enseguida me recuperé y pude disfrutar del suave balanceo del barco, del baile de los pasajeros en los pasillos, de las increíbles vistas del horizonte, del oscuro mar azul y del avistamiento de aves en el cielo y ballenas en el océano.
Bautizado en honor al explorador británico Sir Francis Drake (siglo XVI), el pasaje de Drake es famoso por la dificultad de su travesía, debido a las a menudo difíciles condiciones climáticas. Se trata también de un paso cargado de historia, ya que es el lugar por el que pasaron numerosos exploradores en sus viajes a la Antártida. Yo también me sentí uno de ellos cuando me embarqué para desafiar la mar y cruzar los solitarios témpanos de hielo del sur del mundo, ha sido un momento impresionante lleno de emoción.
Algunas compañías ofrecen pasar por la ruta del Drake, excursión que generalmente se conecta con un recorrido por la Península Antártica, lugar que esconde numerosos tesoros. Recomiendo elegir una ruta de varios días que permita explorar la Antártida, ya que el tiempo que se pasa siempre es demasiado corto.