Aunque la ciudad es conocida principalmente por su puerto, el corazón medieval fue lo que me llamó la atención.
Si como yo, vais allí en tren, vuestra llegada será sí o sí impresionante. Desembarcaréis en lo que se viene a llamar la Catedral Ferroviaria. Un grand pasillo central de vidrieras, con arcos en acero; eso es lo que hace que sea la cuarta estación más bonita del mundo, algo que os dará un avance de como será vuestra estancia.
En el resto de la visita, de igual forma que en el resto de ciudades belgas, todo Amberes gira entorno a su gran plaza central. Como un espejo de Bruselas o de Brujas, las fachadas de los edificios que rodean esta plaza son los característicos de la arquitectura flamenca. El centro de la ciudad es relativamente pequeño y lo podréis recorrer a pie. La ciudad se empieza a animar al caer la tarde, y se hace muy agradable disfrutar de su gastronomía local en cualquiera de sus numerosas terrazas.