Con Amaru nos sentimos en familia, acogidos, atendidos y bien guiados. El despliegue de profesionales que*** ha reclutado en los distintos puntos de visita, ha sido seleccionado desde su particularidad y mayor autenticidad. Así que el trato personal ha sido inmejorable. De Bolivia nos ha gustado todo, sus lugares y la gente, buena y natural. De los lugares la estrella es el salar de Uyuni, indiscutible maravilla natural, gancho de nuestro viaje que cumplió con creces nuestras expectativas. Pero tras el Salar llegaron más lugares que siguieron sorprendiéndonos, como el trayecto en el 4x4 por el Sur del Altiplano, las lagunas en el Parque Eduardo Abaroa, especialmente la laguna Colorada que nos dejó boquiabiertos. Y todo esto disfrutado desde la comodidad y con la atención amable de nuestro guía Walter, quien nos contaba lo que veíamos y todo aquello que le preguntamos para conocer el país y a su gente. Las vías son de tierra pero sin riesgos, sobre todo si tu guía conduce con esa prudencia que te permite disfrutar. Tres día de naturaleza intensa que te llena de energía y de imágenes memorables. Sucre, ciudad encantadora colonial donde probamos por primera vez las salteñas aconsejados por Ángela. Potosí, la ciudad minera donde vivimos la experiencia de entrar a las minas, donde nos sobrecogió conocer por Jhony la vida de los mineros y de los guardas como Doña Manuela. La ciudad de La Paz y El Alto, de urbanismo caótico e inacabado pero con el atractivo de su peculiaridad. El punto de modernidad lo pone el teleférico, un gran acierto para el transporte público en una orografía tan abrupta. Además, muy recomendable para ver la ciudad desde el aire y en diversos puntos. En esta capital disfrutamos de una gastronomía más vanguardista, donde el superalimento quinua es convertido en hamburguesa vegana. Aquí Fabiola fue nuestra guía, dedicada y atenta. Llegar a Copacabana y conocer a Amaru y su familia fue un verdadero placer. El ambiente generado en el hotel *** y su café a cargo de Cloé, es acogedor y familiar. La excursión a las Islas de la Luna y del Sol de la mano de Franco, habitante de la Isla del Sol, fue un viaje místico que finalizó con la comida en la isla flotante Yampu Wata, atendida por turnos por las mujeres de la comunidad, donde comimos una trucha frita fresca, tan fresca que la pescaron para nosotros…Tuvimos la oportunidad de acercarnos al mundo místico y vivir una experiencia habitual para los bolivianos de la mano de un Yatiri o chamán. Satisfechos como estábamos de experiencias, todavía nos quedaba Tiwanako, el impresionante sitio arqueológico, descrito con precisión por Francisca. Ya en el final de nuestro periplo por esta tierra de cholitas, pasamos por Santa Cruz que es otra historia, una ciudad moderna, con un ambiente más cercano al nuestro habitual por lo que nos sorprendió menos. Sin embargo, disfrutamos de la entrada gratuita a museos y otros espacios de arte muy interesantes. En suma, una de los mejores viajes que hemos hecho. ¡Gracias Amaru y familia!