Muy cerquita de la localidad costera de Playa Blanca están las calas. En total solo tiene un centenar de metros de largo y ese aire inequívoco de paisaje «de postal» de la isla de Lanzarote.
Se puede ir en coche por un carril, aunque la primera vez puede parecer un poco confuso. El aparcamiento es de pago, pero vale barato y la verdad es que vale mucho la pena. No veas qué alegría al llegar a una cala tan bonita, de aguas turquesas y al abrigo del viento. ¡Esto último no abunda mucho en la isla!
Llévate las gafas y el tubo, está lleno de peces multicolores. Y también algo de comida y bebida, porque el único bar está en todo lo alto. Me gustó mucho y me quedé varias horas. ¡Menos mal que llegué temprano! Más tarde se empezó a llenar de gente, ¡momento de largarse!
Si estáis pensando en viajar a España, las Islas Canarias son el lugar ideal: es un hermoso archipiélago de clima agradable durante todo el año. Al sur de la isla de Lanzarote se encuentra la Playa Papagayo.
Esta playa esta súper concurrida entre mayo y septiembre, que es la temporada alta; pero aun con esto, todavía es posible que podáis tener algo de intimidad en algunas pequeñas calas. Y en cualquier caso, no ocurre como en el resto de playas de Lanzarote (por ejemplo, Playa del Carmen), ya que a pesar de estar concurrida no da la impresión de estar saturada de gente.
Playa Papagayo ofrece además una especie de microclima excepcional. Apenas sopla nunca el viento, y el mar está casi siempre en calma, por lo que siempre es seguro bañarse allí toda la familia. Lo que más me gustó de esta playa son las vistas que ofrece de la Isla de Lobos.