
La ciudad de Macao es famosa en toda Asia por sus flamantes casinos, tan enormes como impersonales, a los que debe su sobrenombre de Las Vegas de Asia. Por fortuna, aún cuenta con sitios con mucho encanto, como el antiguo casino Lisboa, al que debes ir aunque no seas muy afín a este tipo de “lugares de perdición”. Nada más llegar me vi inmersa en un ambiente propio de los años 50, con un bonito panorama a mi alrededor: prostitutas y salas de juego sombrías y llenas de humo. ¡Una pequeña aventura que recomiendo a todo el mundo, aunque es cierto que Macao es mucho más que eso!
Al contrario de lo que ocurre en Hong Kong, el centro histórico de Macao ha sabido conservar una buena parte de su patrimonio de la época colonial portuguesa, lo que le ha valido para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tenía la impresión de estar en una ciudad de Portugal: su arquitectura, su comida (el bacalao y las tartaletas de huevo... ¡Ñam, ñam!), los nombres de sus calles… Y sin embargo, nadie hablaba portugués. Durante mi primera visita traté de chapurrear las pocas palabras de portugués que conocía, pero fracasé en mi intento, nadie me entendía. ¡Esto es China y aquí se habla chino!
Enseguida te darás cuenta de que Macao es un destino muy apreciado por los ciudadanos chinos. Una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad y repleta de casinos es una auténtica bomba de relojería que atrae a chinos de todo el continente. Las grandes multitudes se concentran en puntos concretos del centro histórico, especialmente en el camino entre las Ruinas de San Pablo y la Plaza del Senado o en el Templo de A-Má, otra de las visitas fijas de casi todas las rutas turísticas.
Sin embargo, cada vez que nos salíamos un poco de los caminos más concurridos nos quedábamos prácticamente solos: en las Barracas Árabes, nadie; en la magnífica Casa del Mandarín, nadie; en la Plaza Liliau, justo al lado, nadie... Lo mismo ocurría cada vez que nos alejábamos apenas cien metros de las rutas turísticas: en la Plaza de San Agustín, que tiene unos edificios preciosos, nadie; en la Casa Lou Kau, casi nadie... Enseguida pude darme cuenta de que Macao tiene dos caras y una de ellas revela una tranquila ciudad de provincias, sobre todo si se compara con Hong Kong.
En mi opinión, el sentimiento de paz y tranquilidad que se respira en el sur de la península es muy auténtico. Me gustaba comenzar mis paseos en la Plaza del Senado y continuar por los callejones hasta acabar en la Pousada de São Tiago, un hotel de lujo de la cadena “Relais et Châteaux” situado en una fortaleza portuguesa del siglo XVII. Aunque alojarse en este hotel es excesivamente caro, te sugiero que degustes un “High Tea” (una merienda al estilo británico con scones, té y muchas más cosas...) en su terraza para recuperarte tras una larga jornada de turismo. Yo aproveché para dar una vuelta por el hotel y visitar la pequeña Capilla de Santiago, un precioso rincón consagrado al santo patrón del ejercito portugués.
Como habitante de Hong Kong, Macao supuso para mí una agradable escapada a una ciudad con un ritmo muy sosegado, siempre y cuando sepas salir de las rutas turísticas habituales.