Es imposible viajar por Colombia sin parar en esta ciudad mítica. A pesar del intenso calor y de la humedad ambiental, Cartagena es una ciudad especialmente agradable para vivir. La mejor manera de disfrutar de ella es deambular al azar por sus calles, donde se alinean unas casas coloniales de colores, adornadas por arbustos de bunganvillas blancas o rosa fucsia. Hay un montón de plazas con árboles donde podrás hacer una pausa mientras te tomas un agua de coco o un zumo de frutas, observando la vida de los cartaginenses, cuya gran belleza no es ningún mito.
Te recomiendo que te des un paseo por el camino acondicionado quehay sobre las murallas de la ciudad al caer la tarde, para ver la puesta de sol sobre el mar del Caribe mientras te tomas un cóctel en el Café del Mar. Si subes al Cerro de la Popa podrás contemplar unas vistas maravillosas de la ciudad y visitando el castillo de San Felipe podrás aprender un poco más sobre su rica historia.
Cartagena es el destino perfecto para viajar en pareja: la ciudad está llena de buenos restaurantes y hotelitos con encanto que suelen ofrecer masajes y tratamientos corporales.
Cartagena de Indias invita a soñar. A menudo es la única ciudad que algunos viajeros se atreven a visitar durante un viaje por Colombia. Sin embargo, para mí esta ciudad fue una de mis mayores decepciones.
Cartagena es bonita, colorida, pintoresca, histórica... Me gustó mucho pasear por su casco antiguo, sobre las murallas de la fortaleza y entre sus callecitas de colores. Sin embargo, en cuanto te fijas, te das cuenta enseguida de que la ciudad es demasiado turística en el mal sentido de la palabra: aparte de los típicos abusos a los turistas (precios inflados, tiendas de souvenirs, etc.), hay mucha prostitución, gente que solo visita la ciudad por las mujeres, el alcohol barato y la droga. Si solo hubiese visitado Cartagena me habría llevado una mala imagen del país, porque fue el único sitio de toda Colombia en el que me ofrecieron droga abiertamente.