A 410 m bajo el nivel habitual del mar, la luz es suave, como tamizada, el mar es de aceite y el tiempo parece detenerse: se trata del mar Muerto, indispensable durante un viaje a Jordania.
Las fotografías suelen mostrar grandes masas de sal junto a un agua azul. Yo vi más bien un desierto mineral en el que no había demasiado azul. El acceso, carretera abajo, es bastante abrupto, y hay pocas playas.
Mi hotel tenía escaleras para bajar al agua. Había una tina de barro en la que me impregné totalmente antes de avanzar hacia el agua. Tuve la sensación de estar bañándome en aceite; el contacto con la piel es asombroso. Entonces, me extendí o, más bien, intenté estirarme en el agua sin éxito. Misión imposible: la densidad hace flotar los pies y estos se salen del agua. ¡Solo podía quedarme sentada e intentar avanzar con los brazos!
Al igual que Petra o el Wadi Rum, el mar Muerto no necesita presentación. También es un imprescindible del turismo en Jordania. Es único en el mundo. De entrada, está situado a 420 metros por debajo del nivel del mar. Un concepto erróneo que hay que aclarar es que el mar Muerto no se llama así porque se esté secando, sino porque su nivel de salinidad es tal que no puede tener vida marina.
Llegué en autoestop a una playa del mar Muerto, donde me dejaron un poco por casualidad. Los viernes, es el lugar de escapada preferido de los Jordanos, así que las playas se parecen a las del Mediterráneo en pleno mes de agosto. Sin embargo, cuando yo fui, no había demasiada gente. Sí que vi a muchos niños que habían ido allí a jugar. Una familia muy maja me invitó a fumar de su cachimba. Es decir, pasé un día genial, de nuevo gracias a lo acogedores que son siempre en todo el país. Como todos los turistas, probé la flotación en el agua. La sensación es increíble. Cuesta mucho sumergirse de tanta sal que hay en el agua. Tenía la impresión de que el agua me expulsaba. ¡Es alucinante! Si te tumbas boca arriba, puedes leer el periódico como si estuvieras en una hamaca. No estoy exagerando, te aconsejo que lo pruebes. Saliendo del agua, ten cuidado de no cortarte con las rocas cubiertas de sal que hay en la orilla y métete rápido bajo la ducha. Cuando la sal se seca, pica que da gusto.
En resumen, me encantó pasar el día allí. La gente es encantadora y la sensación de nadar en el mar Muerto es única en el mundo.
Cuando salí de Jerusalén, me paré en el checkpoint militar justo antes de llegar a Ein Gedi. Bajé hasta el mar y mientras caminaba, me encontré una pequeña fuente de agua dulce en el lado derecho. Me bañé allí y pude jugar con esa extraña sensación de no tener gravedad: puedes colocarte en vertical o en horizontal, pero no en una posición intermedia. Pero cuidado porque resbala. Y con las placas de sal que están en el fondo del mar, pude comprobar cómo se siente al cortarse la rodilla y desinfectarla luego con agua extremadamente salada. No se lo deseo a nadie.
Los minerales del mar Muerto eran conocidos por sus propiedades beneficiosas, así que me embadurné de barro mientras contemplaba Jordania, que se extiende a lo largo de la otra orilla, y pensaba lo que bien que me sentía allí. Lo único negativo es que a veces hay demasiada basura y eso estropea un poco el efecto de naturaleza salvaje.
Sal bien temprano por la mañana para ir al mar Muerto (probablemente salgas de Jerusalén) y detente en algún lugar para disfrutar de un verdadero desayuno israelí (copioso y equilibrado).
Es mejor que te bañes en zonas donde haya infraestructuras (especialmente duchas de agua dulce), ya que desearás encontrar algo con lo que secarte si te cae una gota de agua en los ojos, créeme.
Es evidente que tendrás que bañarte en protector solar, pues estarás en medio del desierto y el sol pega muy fuerte. Yo me eché crema solo una vez y aun así, tuve quemaduras de segundo grado por todo el cuerpo. Llévate comida para hacer un picnic y toallas o alfombrillas de playa para poder tomar el sol tranquilamente.
Justo al pasar el pueblo de Ein Gedi, en lo alto de las montañas que bordean el mar, se hallan las ruinas de un castillo muy antiguo que merece la pena visitar.
Bañarse en el Mar Muerto es una experiencia única en el mundo; te resultará completamente inolvidable. Basta entrar al agua para que la tasa de salinidad nos haga voltear boca arriba o boca abajo. Por esta razón, incluso aquellos que no sepan nadar pueden bañarse en el Mar Muerto.
Situada a poco más de una hora de Jerusalén, es fácil acomodar la visita de esta región en el transcurso de su viaje, incluso si no se dispone de mucho tiempo.
Aquí podremos contemplar paisajes lunares, agua de colores cambiantes (del azul celeste al rojo), y si pasas por Israel, podrás conocer el refrescante oasis de Ein Gedi, la imponente fortaleza de Masada (declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad) o la extraña estación balnearia de Ein Boqeq y sus playas, donde podremos embadurnarnos con los famosos barros del Mar Muerto. En una palabra: ¡imprescindible!