Salí muy temprano de San Primo y atravesé el bosque al frente, todavía entre dos luces. La llegada a la zona alpina, alrededor de los 1200 metros, me dio un sentimiento de altura ¡tanto espiritual como física!
Había conseguido mi objetivo: a la salida del sol, alcanzaba el monte San Primo y sus 1682 m. Podía mirar hacia el este, delante de mí uno de los grandes lagos alpinos de Italia más deseados, visto en su conjunto, desde arriba. Qué promontorio para admirar la forma única del lago de Como, ¡al estar en el centro de la "confluencia" de los dos brazos de la horquilla!
Un último detalle del panorama: al fondo, tras el lago, la barrera de los Alpes centrales, línea de montaña donde toda la cordillera se despliega admirablemente. Como era finales de enero, en el corazón del invierno, cuando yo me encontré con este espectáculo, disfruté a mayores de toda la blancura inmaculada de las cumbres nevadas. Estaba satisfecho.