Durante nuestra visita a Sicilia, descubrimos Cefalú. Esta ciudad, en la Edad Media, se instaló sobre una roca por motivos de seguridad.
Descubrimos toda la antigua ciudad y sobre todo antiguos hornos de pan, un templo, pozos y cisternas antiguas. Lamentamos no tener una hora más del día para recorrer mejor este bellísimo lugar.
Volvemos a bajar y recorremos el centro histórico. La catedral es toda belleza y se eleva muy por encima de todas las construcciones. Está en una plaza rodeada de palmeras. Su nave está siendo renovada y data del siglo XII. Las calles están pavimentadas y datan del año 1000 antes de Jesucristo.
Las tiendas están todas muy bien ordenadas y algunas tienen bóvedas. Es realmente una etapa que no te puedes perder.
Durante mi viaje a Sicilia, como muchos visitantes antes que yo, ¡me enamoré de Cefalú! Este antiguo puerto de pesca medieval, posee un encanto casi mágico al que es difícil resistirse, sobre todo por la noche cuando brilla con mil luces.
Entre un pequeño acantilado abrupto y mareas azules del Mediterráneo, recuerdo magníficos paseos por la callejuelas de esta magnífica ciudad, antiguas fachadas con colores pasados hasta su improbable catedral normanda.
Para los más motivados, no te puedes perder escalar a lo alto del promontorio rocoso de más de 270 metros que domina la ciudad y el mar, para observar el panorama que te dejará sin palabras desde la cima.
Es difícil aparcar en las calles de Cefalu, la circulación está prohibida la mayor parte del día. Así que te recomiendo buscar un lugar cerca de la playa, un poco a las afueras de la ciudad, y salir a caminar. De todas formas, el recorrido por el casco antiguo se hace a pie. Además, al caminar desde la playa puedes disfrutar de las vistas de las casas enmarañadas que forman un auténtico cuadro.
Me gustó mucho vagar por las estrechas calles de Cefalu. La calle principal, muy larga, está llena de tiendas y restaurantes. A la derecha desemboca en la impresionante catedral, el Duomo, con la plaza del mismo nombre: allí bajo las palmeras es realmente agradable tomar una copa en la terraza de los restaurantes. En el interior de la catedral, me quedé impresionado por el imponente Cristo Pantocrátor.
Fui a Cefalu en marzo, no hacía demasiado calor y no había ni un alma. Es difícil imaginarse estas calles y la playa tomadas por asalto en el verano. Pero ver así Cefalu tenía su encanto. De hecho, si bien no me pude aprovechar de la playa ni las terrazas de los restaurantes, descubrí un ambiente de otra era: reinaba una atmósfera húmeda, fantasmal, que encajaba muy bien con la oscuridad del día en ese decorado medieval. El mar estaba en su apogeo y el viento que silbaba lanzándose por las calles me hizo estremecer.
Cefalu me pareció mágica, y para mí esta pequeña ciudad es una parada imprescindible en un viaje por Sicilia.