
El sonido de los cascos de los caballos resuenan en los adoquines, estás entrando en el Siq, un estrecho y sinuoso desfiladero que es la puerta de entrada de la ciudad antigua.
Un consejo para recorrer el Siq: tómate tiempo, sobre todo no sigas a los demás visitantes, el recorrido será mucho más hermoso. Observa las variaciones de colores de la piedra arenisca, las antiguas zanjas excavadas en la roca, intenta encontrar la antigua escultura de una caravana de dromedarios en la roca desgastada por el tiempo. Y después, a la vuelta de una curva, aparece, el Tesoro, el monumento más conocido de Petra. El sol lanza sus primeros dardos sobre la fachada helenística. La vista es impresionante, el preludio de otras maravillas que irás descubriendo durante tu recorrido por Petra.
Sigue tu camino, y pasa por delante de la calle de las fachadas. Gira hacia la izquierda para subir las escaleras que te llevan hasta el altar de los sacrificios. Te espera una fuerte subida, pero la recompensa está a la altura del esfuerzo, los dos obeliscos marcan el terreno, como dos tótems. Tómate tiempo para contemplar la vida que se desarrolla frente a tus pies, después, continúa tu paseo siguiendo el camino que desciende hacia el centro de la antigua ciudad. Pasarás frente a la fuente de los leones, delante del templo en el jardín. El camino ofrece unas vistas asombrosas de los templos que se encuetran más abajo. Continúa delante de la tumba del soldado, recórrela, mira hacia atrás al triniclium, donde se realizaban los banquetes funerarios. Imprégnate del entorno, acaricia las rocas milenarias con tus manos. Después sigue tu camino, para tomar un almuerzo bien merecido, a la sombra de los grandes árboles, cerca del antiguo palacio.
En la tarde, sube a Al Habis, donde podrás ver las ruinas de un fuerte cruzado. Por el camino pasarás frente a la casa caverna de uno de los últimos habitantes de Petra. En la cima, las vistas son fantásticas. En soledad, observa la puesta de sol dar sus tonos rosados, rojizos y anaranjados sobre las grandes tumbas reales en la distancia. Antes de que se ponga el sol del todo, vuelve a la entrada para contemplar de cerca las grandes tumbas. No te olvides de la tumba de la seda, cuya fachada está poblada de vetas rosas, blancas y naranjas. Parecería que la paleta de un gran pintor de la naturaleza se ha quedado congelada en la piedra arenisca por la eternidad. Después pasa la noche en Wadi Musa y disfruta de los dulces orientales, sin olvidarte de pasar una o dos horas en un hammam, cuyos beneficios aliviarán los pies agotados por la caminata del día.
El segundo día, toma el mismo camino, y disfruta una vez más de la aparición del Tesoro. A continuación dirígete hacia el monasterio, situado en lo alto de los 800 escalones. El camino es largo, pero las vistas son increíbles. El monasterio se parece al del tesoro, pero en proporciones más grandes. Haz una pausa en un café frente al monasterio, para dar unos sorbos a una limonana, bebida descubierta que descubrí durante mi estancia y que es una joya culinaria en el viaje: una bebida cítrica de menta, típica de Jordania. Una parada refrescante después del esfuerzo, bajo el sol abrasador del desierto.
Camina unos minutos para llegar al mirador sobre el Wadi Araba. Desde allí, el viento sopla y la vista se pierde hasta llegar a Israel. Vuelve a bajar para contemplar las ruinas romanas, la avenida de las columnas donde te podrás imaginar la agitación comercial que había en otra época, el teatro y sus representaciones, para concluir en el gran anfiteatro, un lugar ideal para volver a disfrutar de la puesta del sol.
A continuación, pasa de nuevo por el Siq, echando una última mirada hacia el Tesoro. Fin de un paréntesis encantado, en el corazón de la vida antigua de una ciudad olvidada durante numerosos siglos.