La llegada en barco a La Valette es sin duda la mejor manera de darse cuenta de lo impresionante que es esta ciudad. Las fortalezas se apilan unas sobre otras y nos permiten comprender cómo Malta fue un territorio codiciado, objetivo de los invasores.
El paseo por las callejuelas nos da unas magníficas vistas de los coloridos balcones de madera típicos de Malta. Tuvimos la oportunidad de asistir a una entrega inusual, y es que la gente usa cestas conectadas a una cuerda por fuera de la ventana cuando los vendedores callejeros ofrecen sus productos. Muy ingenioso sistema.
Estos edificios tradicionales se añaden a un número increíble de monumentos que hacen difícil elegir qué visitar. Descubrimos la Catedral de Saint Jean, de aspecto muy sobrio pero una obra maestra barroca en su interior.
Por último, aunque los jardines en la cima Barraka no nos emocionaron especialmente, disfrutamos de la hermosa vista de las tres ciudades y de los cañonazos disparados a las 12. Si te gustan los viajes culturales, La Valette es, sin duda, una sabia elección.