Sobre todo, conocida por su fuerte, que data del siglo XVII, Nizwa me sedujo por la autenticidad de su arquitectura. La ciudad está rodeada por un espeso muro de tierra y alberga un zoco tan auténtico como animado. Durante un viaje por Omán, es un buen lugar para comprar artesanía (en particular cerámica y productos derivados del cultivo de dátiles) y ver la vida de una gran ciudad de Omán poco tocada por el turismo.
Llegué a primeras horas de la tarde y tengo que decir que la ciudad estaba casi desierta. Por el contrario, a medida que el calor disminuye, las calles comienzan progresivamente a llenarse y se vuelven verdaderamente efervescentes con la caída de la noche. ¡Es bastante sorprendente ver un contraste tan grande!
Por contra, la ciudad tiene pocos hoteles, es preferible pasar la noche en las aldeas de las montañas de los alrededores (Al Hamra o Djebel Shams).
La ciudad se sitúa igualmente en las proximidades del imponente fuerte de Bahla inscrito en la lista del patrimonio mundial de la humanidad.
Durante tu paso por Nizwa, no te puedes perder el fuerte de la ciudad: al estar situado en la parte alta de la ciudad, tendrás una vista increíble de Nizwa y de su impresionante palmeral.
De vuelta a la ciudad, da una vuelta por el zoco de Nizwa, un lugar lleno de tradición. Allí podrás encontrar el famoso postre omaní, el halwa. En mi opinión, uno de los mejores postres de Omán También encontrarás tiendas con los muros cubiertos de kandjars: puñales orientales que los hombres llevan durante las ceremonias.
También insistiría en el descubrimiento de un ingenioso sistema de riego, el falaj. Se trata de surcos excavados en el suelo que permiten conducir el agua hasta diferentes lugares. Puedes pasearte siguiéndolos, pero ten cuidado, ¡no es agua potable! Pero siempre puedes resfrescarte durante las epocas de calor.