Unawatuna es el típico paraíso tropical. Una bahía curvada de casi 1 km, bordeada de cocoteros. Como es de esperar, la atracción principal consiste en tomar el sol y admirar los fondos marinos de la bahía, famosa por sus corales multicolores; un imprescindible para aquellos que buscan un destino de ensueño.
Pero si acabas cansándote de la playa, hay alternativas. No te pierdas el santuario de Rumassala, una pequeña selva preservada en una colina. Bajando por el otro lado, encontrarás la pequeña playa oculta de Jungle Beach.
Si los templos están entre tus lugares de interés, no puedes dejar de visitar el templo budista y su Pagoda de la Paz, desde donde se disfruta de una hermosa vista sobre la cercana bahía de Bonavista y la ciudad de Galle. Además, tierra adentro, podemos encontrar el Yatagala Raja Maha Viharaya, que vale la pena visitar. Por mi parte, me quedo con la visita a Galle y su fortaleza, a pocos kilómetros de Unawatuna.
Si te gustan las playas ajetreadas, con tiendas, bares y restaurantes en la misma arena, claramente, Unawatuna es tu sitio. Reconozco que nada más llegar a Unawatuna me cautivó la belleza de la bahía, con su playa de arena blanca y aguas turquesas. Sin embargo, el hechizo duró poco.
Fue poner la toalla en la arena y ya tenía encima a un tropel de vendedores ambulantes, armados con baratijas, batiks o artículos de playa. Algunos llegaban a ponerse muy pesados. Pues me metí en el agua y, a los cinco minutos, ya tenía alrededor a un montón de relaciones públicas, a bordo de sus barcas, para proponerme excursiones por el mar.
Tienes los comercios ahí mismo y dispones de todo tipo de servicios en la misma playa. Unawatuna puede ser perfecta para ir con la familia. Las excursiones y las actividades acuáticas vienen hasta ti sin tener que mover ni un dedo.
Galle está a menos de cinco minutos en autobús o en tuk-tuk, así que Unawatuna es perfecta, sin necesidad de buscar alojamiento allí.