
Visitar Trebzon es como volver a caminar sobre las huellas de Marco Polo: este puerto de la costa del mar Negrofue elegido como capital del imperio de Trebisonda en la Edad Media por su posición estratégica en los intercambios de mercancías. Además de su importancia económica, la ciudad fue durante mucho tiempo un lugar de peregrinaje para los ortodoxos que iban a Sumela.
Si uno se atiene a los períodos históricos, Trabzon es, quizás, uno de los mejores testigos de los levantamientos que marcaron Estambul. Escala de la ruta de la seda y puerto principal, esta etapa de los caravaneros como comerciantes se aprovechó durante mucho tiempo de una economía floreciente así como de las decisiones tomadas en la capital que eran rápidamente llevadas a esta otra capital costera. ¿Única excepción? Su captura por los turcos otomanos, casi 10 años después de la caída de Constantinopla.
Dato curioso, un segundo museo, Aya Sofya (ahora museo de Santa Sofía) existe en Trabzon: una iglesia pintoresca fue convertida en mezquita y más tarde en museo, al igual que su homónimo de Estambul.
Trabzon posee igualmente el único equipo de fútbol que goza del apoyo de todo el país, Trabzonspor, un orgullo para los locales.
Las relaciones y similitudes cesan, no obstante, a raíz de la entrada en crisis económica de la ciudad: la guerra entre Irak e Iran, principales socios de puerto, puso fin a la ruta comercial, Trabzon solo es ligeramente apoyada por Ankara y el crac financiero ruso de 1998 termina de rematar los frágiles intercambios portuarios. Ultranacionalista, renace progresivamente desde hace 10 años pero las secuelas de los años de crisis son fácilmente perceptibles en el centro de la ciudad.
El pasado religioso de Trabzon es poco glorioso a excepción del monasterio de Sumela: construido por dos sacerdotes atenienses, Barnabas y Sophronius, que habrían encontrado una imagen de la Virgen María en una gruta de los acantilados, sucesivamente conservada por el imperio bizantino y después colocada bajo protección por decreto del imperio otomano islámico. Los protectorados de los monumentos cristianos por los sultanes otomanos eran cosa rara. Sobrevivió también un tiempo a la erradicación de los cristianos de la región en 1915 (griegos y armenios): el monasterio cayó en ruinas a causa de los numerosos asaltos en el transcurso de la historia pero, extrañamente, es su abandono al final de la Primera Guerra Mundial lo que hizo plantearse su conservación.
Hoy convertido en museo, es posible llegar a él en coche o dando un paseo a pie desde la entrada del parque nacional Altindere, cerca de Maçka. Una sucesión de peldaños, que hacen su acceso imposible para personas de movilidad reducida, lleva justo al patio del monasterio que domina la región.
Las luces más bellas son las de la mañana, es también el momento menos cargado de autobuses turísticos... Una vez en el interior, es fácil advertir las numerosas influencias de las civilizaciones en su arquitectura: los frescos ortodoxos griegos se mezclan, por ejemplo, con las fuentes de inspiración otomana. Las numerosas reliquias ofrecidas a lo largo de los siglos han sido, con frecuencia, saqueadas, pero algunas están expuestas en Ankara. El vandalismo es igualmente visible en los ya nombrados frescos, con frecuencia profanados por los viajeros a golpe de inscripciones en diferentes lenguas, haciendo de Sumela un lugar religioso alterado por casi todas las culturas del mundo.
A saber: si vas allí un 15 de agosto, no podrás entrar en Sumela sin autorización del Patriarca ortodoxo: cada año, desde 2010, se celebra un servicio en el que los peregrinos del mundo entero se unen, recordando así la edad de oro del monasterio.