Último oasis de la ruta de la seda, antes de ir a Irán o al Volga, Khiva tiene un indudable atractivo para los viajeros.
Las altas fortificaciones imponen nada más llegar a la ciudad. Cuando entré, el intrincado conjunto de callecitas presidido por los minaretes de Islam Kodja y Kalta Minor me hizo casi viajar en el tiempo. Es una pena que haya tan pocos habitantes dentro de las murallas de la ciudad (aparte de la parte norte) y sólo tiendas, cafeterías y casas de huéspedes para acoger a los numerosos grupos de turistas.
Es una ventaja que en todos los grupos haya casi siempre guías que hablan francés, alemán o inglés, importante para enterarnos de la riquísima historia de este antiguo reino. Si te gustan los viajes culturales, , Khiva está hecha para ti.
A pesar de estar en medio del desierto, en Khiva puede hacer frío por la noche, sobre todo si venimos de Tashkent o del valle de Fergana.
A pesar de que no hay vida después de las 19h, Khiva es mi ciudad favoritapara un viaje a Uzbekistán. Me gustó que en la ciudad apenas hay tráfico, cosa que permite pasear tranquilamente.
Si te gustan las vistas bonitas, sube las (muchas) escaleras del minarete Islam Khodja (cuidado, son escaleras altas) para disfrutar de una vista panorámica de la ciudad y de su arquitectura digna de "Las mil y una noches".
Ve a admirar la puesta de sol en las murallas de la fortaleza, la ciudad se tiñe de tonos naranjas y es una gran oportunidad para hacer fotos.
Mi consejo sobre Khiva es salir de la ciudad antigua para descubrir la verdadera vida local de los uzbekos fuera del recinto turístico. Aquí es donde podrás captar la atmósfera real del lugar.
Khiva es una ciudad histórica excepcional, en el corazón del desierto y en la frontera con Turkmenistán. Está tan bien conservada que a veces se la denomina peyorativamente "ciudad-museo". A pesar de ello, el centro de la ciudad muestra los restos históricos: fortalezas, mezquitas y viviendas de barro tradicionales con tejados de color verde y azul turquesa brillando al sol.
La ciudad me dejó maravillado y recomiendo absolutamente a cualquiera que viaje a Uzbekistán quedarse un par de días. Al lugar le falta un poco de vida local y autenticidad, pero sigue siendo un destino obligado.