
Comprobarás durante tu viaje a Vietnam que la religión juega un papel muy importante en la vida cotidiana de sus habitantes. A esta importancia del culto, los vietnamitas asocian un profundo respeto al culto a los antepasados , una de las creencias tradicionales más antiguas.
Durante tu viaje a Vietnam, verás rápidamente que el budismo está ampliamente extendido. Es la religión mayoritaría del país. Te cruzarás en cada rincón con alguno de los numerosos monjes con la cabeza rapada y sus túnicas de color azafrán. Verás, también, incontables pagodas. Si deseas convertirte en un verdadero budista y alcanzar algún día la iluminación, tendrás que respetar estrictamente los cinco preceptos siguientes: no matar a ningún ser vivo, no cometer adulterio, no mentir, no beber de alcohol y no robar.
Más que una religión, el confucianismo es, sobre todo, una filosofía de vida que practican algunos vietnamitas. Es una especie de código moral creado por Confucio hace más de 2.500 años, pero cuyos preceptos aún están a la orden del día. Un poco en el mismo estilo, el taoísmo se rige por la búsqueda de un frágil equilibrio a alcanzar, simbolizado por el yin y el yang.
Los católicos representan el 8% de la población, pero el culto está sujeto al control del gobierno. Los practicantes son vigilados y los que se niegan a ello, pueden ser encarcelados.
El islam es practicado solamente por una pequeña minoría de vietnamitas y se trata de una especie de versión edulcorada del islam clásico. Los musulmanes están autorizados a beber alcohol y lo hacen, excepto durante el Ramadán, que dura tres días en los que las oraciones diarias se sustituyen por una única semanal, el viernes.
Sea cual sea su religión, un vietnamita practica el culto a los antepasados. SIn ninguna excepción. En cada casa, hay un pequeño altar con fotos de los que ya no están, ofrendas de frutas y flores, y varitas de incienso. El alma del difunto sigue protegiendo a sus descendientes.
La peor cosa para un vietnamita sería dejar de practicar este culto porque, entonces, el alma de los fallecidos sería condenada a vagar eternamente.
En un hogar, el altar es como el corazón de la casa. Allí, se llevarán a cabo los matrimonios y se tomarán las decisiones más importantes.
Las fotos de los antepasados son, así, veneradas y honradas hasta la cuarta generación. Es, en ese momento, cuando las almas se pueden reencarnar.