"¡El valle de Mai, octava maravilla del mundo!" Esta es una frase que repetimos alegremente durante un viaje por las Seychelles. Es que, no contento con estar dotado con las más hermosas playas y los más hermosos fondos del océano Índico, el archipiélago alberga uno de los más bellos bosques del mundo, nada menos.
Situado en la isla de Praslin, este bosque de palmeras milenarias encierra uno de los símbolos más típicos del país: el coco de mar (también denominado en francés el "coco-fesse" por su forma que recuerda a las nalgas). Incluido en el patrimonio de la UNESCO, el valle de Mai es un lugar formidable para pasearse más que para hacer una excursión turística. Admiramos sus cascadas, su fauna de reptiles y aves y su vegetación de árboles con hojas inmensas que nos protegen del sol de plomo.
Ante este esplendor natural, comprendemos la certeza de algunos de que el valle de Mai no es otro que el jardín del Edén.
El Valle de Mai es considerado por muchos como uno de los más bellos tesoros del planeta. Hay que decir que está en uno de los archipiélagos más bonitos del mundo, detalle que acentúa el aire mágico de esta reserva de especies únicas.
Sin que sirva de precedente, opté por hacer la visita acompañada de un guía, que nos dio más información sobre los cocos de mar (unos cocos con forma de nalga) y algunas aves autóctonas. Lo que más me gustó fue el contraste con el resto del viaje, más bien de baño y playa. La inmensidad de las palmeras y otras plantas y árboles impresiona bastante. Tendrás la sensación de estar perdido en mitad de una selva tropical gigantesca.
Quizá te digan que es demasiado turístico, pero para mí es de obligada visita en cualquier viaje por las Seychelles.