Después de pasar más de un año en Guatemala puedo afirmar sin dudarlo que San Francisco el Alto es el mercado más bonito e impresionante del país.
Aunque este pueblecito de unos 60.000 habitantes a las puertas del Altiplano no parece gran cosa el resto de la semana, en realidad es el principal motor económico de toda la región de Totonicapán. Todos los viernes, a partir de las cuatro de la madrugada, unos cien mil comerciantes llegados de todos los departamentos vecinos, salen a la calle con la esperanza de dar salida a su mercancía. Este comercio que tiene lugar en San Francisco el Alto se remonta a la época de la colonización y, desde entonces, no ha dejado de desarrollarse, hasta convertirse en una auténtica tradición local.
Situado a unos 15 kilómetros sobre la ciudad de Quetzaltenango, la segunda más importante del país, San Francisco el Alto goza de una posición estratégica. Así, el pueblo forma un nudo comercial que une a las provincias de los altiplanos con la carretera Panamericana que llega hasta Huehuetenango, Quetzaltenango y Retalhuleu, más al sur. Aunque las mercancías que venden allí son tan ricas y variadas como las del mercado vecino de Chichicastenango, lo que lo hace especial es, sobre todo, el origen de sus visitantes. En efecto, a diferencia de «Chichi», acondicionado para los turistas desde hace mucho tiempo, el mercado de San Francisco el Alto está organizado por y para las poblaciones indígenas. Ocupando cada rincón, en una extensión de varios kilómetros, los puestos venden todo tipo de productos, desde electrodomésticos hasta alimentos, pasando por ropa, semillas, alfarería e incluso animales. La plaza superior del pueblo es mi preferida, porque reúne un auténtico zoo compuesto de cabras, vacas, cerdos, patos, perros, conejos, etc.
Como habrás podido suponer, creo que esta pequeña etapa fuera de los típicos itinerarios turísticos es una visita que no te puedes perder durante un viaje a Guatemala, siempre que tengas tiempo de llegar allí un viernes.