No recomiendo la visita a la ciudad, salvo a los más curiosos y siempre que su viaje a Guatemala dure más de tres semanas y sean conscientes de que van a descubrir una ciudad guatemalteca típica con un trazado urbano más bien desagradable. Cuenta con algunos establecimientos de baños termales (aunque yo prefiero los de Santa María de Zunil o Fuentes Georginas) y una interesante iglesia católica de arquitectura colonial, sin embargo, observarás que hay un gran número iglesias evangélicas. Almolonga es un buen ejemplo del creciente fenómeno de las sectas evangélicas, uno de los síntomas más visibles de la americanización que sufre la sociedad guatemalteca que agrava aún más la situación de cisma social y la despolitización que acecha al país.
Mi lugar favorito es Cerro Quemado. Hay que ir un sábado, o a fortiori , un domingo por la mañana. Mientras llenaba mis pulmones del aire más puro, quedé impresionado por las demostraciones de fe de los evangélicos, tan exhibicionistas como ruidosos. Se trata de una magnífica colina de roca. Por todas partes hay multitudes de creyentes rezando y charlatanes que aseguran hacer milagros, llorando y haciendo grandes aspavientos ante sus feligreses al grito de “¡Aleluya!”. Al alzar la vista veía ondear numerosas banderas de Israel, que evocan a la Israel bíblica más que a la actual nación israelí. La cima, donde las rocas volcánicas trazan un paisaje lunar, es el lugar en el que esta situación alcanza su máxima expresión, con un gran número de altares sincréticos y centenas de creyentes evangélicos alrededor de ellos. Este lugar ya era sagrado para la cultura maya.
Al descender, horroriza ver la abundancia de basura que dejan los religiosos en este lugar que para ellos es sagrado, Guatemala no destaca precisamente por su conciencia ecológica.
La región de Quetzaltenango tiene una fertilidad natural impresionante. Será porque la rodean nada menos que ocho volcanes. Uno de ellos sigue activo: el Santiaguito. Con todo, en la pequeña comuna de San Pedro Almolonga es donde más provecho se le saca a la fertilidad del terreno. Me sorprendió ver que casi todos los habitantes del valle (la gran mayoría de la etnia quiché) viven de cultivar la tierra.
Claramente, Almolonga es la mayor huerta del país. Hoy en día se sigue considerando una tierra sagrada y milagrosa. Y no solo abastece a Guatemala, también a muchas regiones en los países vecinos. Un agricultor del pueblo me comentó que el suelo es tan, tan fértil, que las hortalizas crecen hasta alcanzar tamaños gigantescos. ¡Allí una zanahoria puede llegar a pesar varios kilos! Así que me fui al mercado para ver aquellos milagros con mis propios ojos y comprobé que no era una mera leyenda. Acuden científicos de todo el mundo para estudiar las propiedades de ese suelo capaz de producir, no dos, ¡sino cuatro cosechas al año!
En realidad, no es solo por su naturaleza volcánica. Aunque Almolonga está a 2200 metros de altitud, la región tiene un clima suave y templado que favorece la producción de todo tipo de flores y hortalizas. Además, pasa el río Chinamá y hay muchos arroyos subterráneos que tienen muchas propiedades. El pueblo le debe su nombre a esta abundancia de agua. En náhuatl (la lengua indígena de allí), Almolonga significa «lugar donde brota agua». Es un lugar fascinante donde hacer etapa durante un viaje para descubrir los tesoros poco comunes de Guatemala.