Yo viví un momento excepcional durante mi visita al parque nacional del volcán Arenal. Aquí, el concepto de biodiversidad alcanza toda su plenitud. Totalmente inmerso en un exuberante bosque tropical, se puede percibir un número inesperado de especies vegetales en un degradado de verdes tal que se moriría de envidia hasta el muestrario de Pantone. En cuanto a la fauna, vi impresionantes monos aulladores, tapires, colibrís, perezosos, etc. ¡Los más afortunados incluso podrán llegar a ver un quetzal (desafortunadamente, no me tocó a mí)!
Punto culminante de la visita: la llegada al majestuoso volcán cuyo cono casi perfecto fascina e invita a quedarse un largo rato, ¿por qué no aprovechar y tomarse el aperitivo con unos chips de plátano? Como lleva desde 2010 extinto, no tendrás la oportunidad de ver los famosos ríos de lava que, sin embargo, aparecen en todas las postales del sitio... No pasa nada, pronto te consolarás al ver la cautivadora puesta de sol sin igual en ningún otro sitio. ¡Un instante memorable que recomiendo totalmente!
Situado en el cruce de tres placas tectónicas, Costa Rica cuenta con 116 volcanes, de los cuales 7 aún están activos. Esta hiperactividad volcánica ha caracterizado la topografía del país desde hace milenios, lo cual convierte a Costa Rica en un digno representante del llamado Cinturón de Fuego del Pacífico.
No hace falta ser vulcanólogo para poder apreciar el esplendor de estos gigantes de fuego. Durante mi viaje por Costa Rica, me pareció impresionante y asombroso que el Arenal se encuentre en constante actividad y que esté rodeado por una magnífica selva primaria y secundaria. Esta selva es el hábitat de una rica biodiversidad: un 75 % de las 850 especies de aves de Costa Rica habitan en esta región.
Si, como a mí, te aparece salir del ambiente de la selva tropical, el pueblo de La Fortuna se encuentra a 7 kilómetros al noreste y merece la pena pararse en él. Cuenta con un amplio abanico de alojamientos y cafeterías.