Desde el centro de Tampere, fui hasta Pispala en bici atravesando el bosque de pinos: fue una llegada mágica. Situado sobre una colina, el barrio domina dos lagos. Las vistas desde lo alto, en el jardincito dedicado al poeta finlandés Lauri Viita, son impresionantes.
Me detuve a contemplar las magníficas casas de madera que parecían estar colgadas de la pendiente y fui bajando por las escaleras de madera, a través de sus callejuelas. Los finlandeses son muy prácticos y habían instalado por todas partes unos bordillitos para que pasasen las bicis.
Una vez a orillas del lago, descubrí unos jardines compartidos y una casa transformada en centro cultural con un ambiente muy alegre.
Charlando con los finlandeses, me invitaron a ir a la sauna pública. Tiene una agradable cafetería donde puedes tomarte una cerveza con la toalla tras haber disfrutado de los beneficiosos vapores de la sauna. Fue una experiencia realmente extraordinaria y auténtica en compañía de los habitantes locales.