Sonó la sirena del ferry y salí del embarcadero de Helsinki en dirección a Suomenlinna, situada justo enfrente. El ambiente del ferry es familiar, con bicis, niños risueños y neveras portátiles. Aunque su fortaleza es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y es un importante lugar histórico del país, en la isla principal habitan muchos civiles que parecen felices de vivir en este rincón, situado muy cerca de la capital.
En efecto, su arquitectura es militar, con cuarteles y altas murallas de defensa. En cuanto llegué, me sorprendió agradablemente la ausencia de vehículos motorizados y la presencia masiva de bicicletas. Todos los pasajeros se dispersaron con la paz y la tranquilidad típicas de los finlandeses. Decidí hacer una caminata a pie a orillas del mar. Aproveché que estaba allí para ver el submarino Vesikko, un artefacto de guerra construido por los alemanes y que fue el origen de los U-Boots. Ahora está colocado en la orilla, como recuerdo de aquella época convulsa.
Terminé el día paseando entre los edificios militares, donde se han creado zonas de juegos para niños. En la esquina de uno de ellos, había un finlandés ofreciendo té caliente con korvapuusti, los famosos y deliciosos rollitos de canela finlandeses. Una verdadera delicia que también supieron apreciar los jóvenes escolares, que me sonrieron tímidamente.