La tercera ciudad del país me cautivó especialmente. Aunque Klaipeda atrae bastante poco a los turistas, que suelen usarla solo como embarcadero para llegar al Istmo de Curlandia, situado justo enfrente del mayor puerto del país, a mí me parece que merece la pena visitar la ciudad. Antigua y opulenta capital prusiana, Memel (que en el himno nazi representaba el límite oriental del régimen) sigue conservando en su centro algunas joyas de la arquitectura prusiana. El tiempo ha dejado huella en sus edificios, pero, a pesar de su mal estado, creo que ahora tienen más encanto.
Por lo demás, la ciudad, que tiene una importante comunidad rusa, puede parecer algo lúgubre en algunos barrios. El pequeño centro moderno sin interés tiene, sin embargo, muchos bares y restaurantes donde podrás pasar una agradable tarde. Una etapa interesante durante un viaje que, en mi opinión, merece algo más que simplemente pasar por ella.