Pocos lugares en el mundo son a la vez salvajes e inaccesibles, aparte de los polos. La reserva de Indio Maíz forma parte de estos lugares donde se hace real la estereotipada imagen. Imaginaos yendo a lo largo de un río majestuoso e impetuoso en medio de una selva espesa para, a continuación, adentraros en este espacio verde, denso, húmedo, cálido y lleno de sonidos extraños y hechizante olores, armados con vuestras botas y un machete. Tras varias horas de caminata, se ven huellas frescas dejadas por el paso reciente de un jaguar, y luego dendrobates, esos pequeños anfibios que son como ranas coloridas pero extremadamente tóxicos.
Y así sucesivamente, durante la exploración de la reserva, nos invade esa mezcla de un sentimiento de emoción y de apaciguamiento. Excitación por el descubrimiento de este tan salvaje, tan sorprendente, y que luego se calma por el contacto con la belleza de la naturaleza virgen hoy día tan rara.
Un momento inolvidable para los amantes de los entornos protegidos, vírgenes, pues exige paciencia y perseverancia.