A diferencia de otras islas tailandesas, no me decepcionó el aspecto turístico de Koh Lanta, aunque estaba bien presente por todas partes. Su tranquila atmósfera es perfecta para descansar durante un viaje por Tailandia. Koh Lanta aún conserva su lado salvaje y natural. En el extremo norte, podemos visitar Saladan: un típico pueblo de pescadores donde podemos comer, comprar recuerdos y ver las casas construidas sobre pilotes.
Alquilando una motocicleta, podemos explorar la isla y ver las cascadas, las grutas y el parque nacional del sur de Koh Lanta. Los amantes de los deportes pueden alquilar un kayak para explorar los exuberantes manglares y cruzarse con los cisnes. Lo único que lamento es que no se han establecido rutas de senderismo ni caminos en el corazón de la isla. Koh Lanta es bastante montañosa, y estoy segura de que los turistas disfrutarían de un recorrido para contemplar las vistas desde lo alto.
Necesitaba una isla en la que descansar y relajarme después de la locura decadente de Phuket. Koh Lanta me sedujo por su tranquilidad y por la naturaleza. Seguí a otros viajeros que habían reservado en el centro de la isla y, a pesar de las dificultades que tuve para encontrar un alojamiento barato en el último minuto, me encantó esta parte de la isla, mucho menos extravagante que la parte norte. Participé en una excursión guiada alrededor de las cuatro islas, entre ellas Koh Mook y Emerald Cave, espléndidas, e hice snorkelling. Una noche, entramos en un bar donde un grupo tailandés tocaba los clásicos del hard rock, ¡fue magnífico!
La pequeña ventaja: a pesar de los numerosos turistas, puedes encontrar playas solitarias si te decides a salir a la aventura en scooter. Es una isla animada, pero sin excesos.
El pequeño inconveniente: no encontré ningún buen restaurante, era un poco una fábrica para turistas, sin buena calidad.