Antes de ir a Perú, ¡ni me imaginaba que pudiera haber un desierto en este país! Por eso me llené de asombro al descubrir aquellas inmensas dunas alrededor del oasis de Huacachina.
Situado en la costa del Pacífico, el oasis de Huacachina forma parte del departamento de Ica. La ciudad en sí es muy pequeñita y vive casi exclusivamente del turismo.
Yo aproveché para ir a visitar las bodegas, los viñedos de la región. De hecho, el departamento de Ica es famoso por su producción de pisco y vino. El pisco es un tipo de aguardiente, el tesoro de los peruanos. ¡No vayas a decirle a un peruano que el pisco es de Chile, seguro que se mosquea! Se hacen cócteles buenísimos con pisco, como el famoso pisco sour.
Huacachina, sus dunas de arena roja y su oasis de aguas color esmeralda es para la vista un espectáculo inigualable. Para mí, es una visita imprescindible si viajas por Perú.
La laguna de Huacachina es muy singular. No se puede negar que el paisaje tiene una belleza incomparable. Imagina una lagunita (lo reconozco, un pelín fangosilla) en mitad del desierto y rodeada de innumerables dunas... ¡toma escenario!
Es un destino muy turístico. Te darás cuenta en cuanto hagas acto de presencia en el minipueblecito que hay a sus orillas. Allí todo está pensado para el turista y nada más que para el turista. Como resultado, hay un montón de visitantes encantados de quedarse allí unos días. Pero, sinceramente, esa cara del lugar no era para mí.
Allí lo que se estila es pasearse por el desierto en arenero, "surfear" las dunas en sandboard y descansar. Yo lo que recomiendo es hacer un buen paseo por las dunas, que se extienden hasta el horizonte. El paisaje es absolutamente sorprendente y las puestas de sol, mágicas.