La fama de esta pequeña aldea se debe principalmente a su palacio. Este espectacular palacio polonés fue construido en el siglo XVII y es tan conocido como el palacio Potocki (ligado al nombre de la última familia que lo poseyó). La visita, así como la del parque, solo fue autorizada un siglo más tarde En una parte del parque, se encuentra un pequeño castillo romántico, una colección de carruajes así como una casa de invitados.
Aunque el palacio sea la principal atracción, no cometas el mismo error que la mayoría de los visitantes y reserva al menos media jornada para poder visitar otros monumentos. Mi preferido es la Sinagoga, que parece querer mentir a los visitantes. Desde el exterior es un edificio sin interés, pero en el interior se encuentran numerosos murales polícromos perfectamente restaurados así como contraventanas y obras de carpintería muy bien trabajadas. No tiene nada que envidiar a la sinagoga de Budapest desde mi punto de vista.
En conclusión, es un lugar diferente en el que se puede pasar un buen fin de semana.