Hay dos puntos negativos que explican mi nota sobre Monkey Mia. El primero es que hay un complejo hotelero en un lugar tan bello y tan salvaje. El alojamiento todavía no es demasiado caro (sobre todo en camping o albergue) pero todo es de pago: la entrada en el complejo es de pago (12 dólares), la vajilla en el backpacker cuesta 2 dólares, etc. Es preferible reservar un alojamiento con antelación, sobre todo en temporada alta. Fui a un camping porque dormía en mi coche. El terreno es básico y tiene poca sombra. Además, tienes que prestar a atención a los emús, incluso si al principio es gracioso ver a estos tontorrones pasearse con libertad; al final acabarán por agobiarte, pues hurgarán en los bolsos, las papeleras y todo lo que se mueve, en busca de comida.
Se va Monkey Mia para ver a los delfines, es muy conocido, pero la secuencia se parece más a un demostración de circo. Ese es mi segundo punto negativo. Desde los años 60, los delfines de Monkey Mia están acostumbrados a ser alimentados por el hombre (sólo se atiende a un 1/3 de sus necesidades cotidianas para no perturbar su instinto de caza). Me decepcionó un poco, debo confesarlo, ver esos tres o cuatro delfines que vienen a la costa, por la mañana, para divertir a los turistas. Estos se adentran el agua, sin mucho respeto por los animales. Hay que abrirse paso a codazos para ver los delfines, y tratar de hacer como todo el mundo: tomar algunas fotografías. Los Ranger preguntan si algún voluntario quiere ir a dar pescado a los delfines. Está prohibido tocarlos pues les podemos transmitir enfermedades. Nunca había visto delfines desde tan cerca. Debo confesor que fue una experiencia única y inolvidable, pero con un sentimiento desagradable de contribuir a todo ese circo. Después, me quede un momento, sola en la playa, escrutando el océano. Vi a los delfines que jugaban a lo largo de la costa, además de una tortuga y pelícanos. Me gustó más esa tarde que lo que había vivido por la mañana. Es un lugar magnífico para observar la fauna; las aguas son tan ricas que ni siquiera osé bañarme, por miedo a perturbar todo ese ecosistema.
Si te quedas en Monkey Mia durante todo el día, te aconsejo el paseo "walk trail" que da una vuelta de 1,5 km desde el Dolphins Center. Efectivamente es menos turístico que la atracción de los delfines, pero muy interesante para observar la fauna y la flora locales. Irás al bush para volver a la playa. Durante mi visita, me crucé con emús, procesionarias del pino, un cadáver de canguro, y después, en la playa, cangrejos hermitaños, cormoranes, caracoles de mar, pequeñas medusas: la naturaleza me invadió.
En Monkey Mia, también te recomiendo la visita (a hora fija) de la granja de las perlas de cultivo. Eso te llevará una hora en total. La granja está situado a lo largo de Monkey Mia. Llegarás allí en barco y si el patrón está de buen humor, como lo estuvo con nosotros, te sugerirá (si llevas traje de baño) que bajes a las redes situadas en la parte trasera del barco. Así, cuando ponga el motor a toda potencia, agárrate bien: tendrás derecho a un buen masaje natural. La visita de la granja es muy enriquecedora; verás las personas que trabajan allí, mientras te explican todo el proceso de fabricación de las perlas cultivadas. Incluso las podrás comprar (de todos los precios, en función de la calidad).
Si te gustan los viajes de aventura y descubrir la naturaleza, te aconsejo mucho la región de Shark Bay. Allí, me quedé conmocionada por la riqueza y la belleza de la naturaleza, la variedad de animales, el contraste entre la tierra roja y el mar azul turquesa. Sin embargo, una día en Monkey Mmia es más que suficiente en vuestro planning; demasiado turística a mi gusto. Por lo tanto, disfruta del resto de tu viaje para visitar los otros lugares, con curiosidades naturales y menos turísticas, como el inolvidable Shell beach.