Me pareció muy agradable pasear por las calles adoquinadas del casco antiguo, rodeadas por casas barrocas de tonos pastel. Me dediqué a jugar a contar el número de colores de las fachadas.
Szentendre tiene al menos nueve iglesias, la mayoría de ellas ortodoxas. ¡Tienes que visitar al menos una! Van desde el estilo barroco hasta el rococó, y tienen todas las ornamentaciones que puedas imaginarte. Dos ejemplos son la iglesia de Blagovestenska, situada en la plaza principal, que, entre otras cosas, tiene un increíble iconostasio, o la catedral serbia, en lo alto de Templom tér, donde desde hace varios siglos brillan los delicados oros de su altar mayor.
Gracias a sus numerosos museos, Szentendreme hizo descubrir a algunos de los grandes pintores húngaros de los siglos XIX y XX como el impresionista Károly Ferenczy o el vanguardista Béla Czóbel.
También visité el Museo del Mazapán, de un estilo totalmente distinto. Es como si fuese un museo de cera pero con pasta de almendras y chocolate. Allí saqué una foto de Lady Diana. Sin embargo, el mejor momento de mi recorrido fue mi paso por la pastelería, donde me compré unos dulces caseros.
Szentendre es una pequeña ciudad sobre el Danubio que recomiendo a todos los que estén organizando sus vacaciones por Hungría. Hice una escapada de un día muy agradable allí.
En Szentendre no hay gran cosa que hacer, aparte de deambular por sus calles adoquinadas y mirar a tu alrededor, pero me gustaría destacar la iglesia ortodoxa, que, en mi opinión, merece la pena visitar. Sin embargo, el Museo de Cerámica Margit Kovacs no me convenció.
Creo que si buscas una visión un poco más auténtica de Hungría, lo mejor es que visites otras ciudades, como Esztergom, que tiene una basílica impresionante e influyó más en la historia de Hungría.