Ostuni es un bonito y pequeño pueblo italiano que merece la pena visitar durante tu viaje por la "bota". Arrinconada sobre una montaña, "la ciudad blanca" (sobrenombre debido a la cal que se ha utilizado para recubrir todas las casas) posee un encanto especial, casi mágico, que seguramente puedas experimentar allí. La catedral es de visita obligada, está situada en lo más alto del pueblo; su fachada con rosetón principal resulta impresionante, aunque me gustó menos su interior (por otro lado, hay que pagar la entrada...).
El ambiente del casco antiguo es ciertamente agradable con sus monumentos barrocos y la arquitectura típica del sur de Italia, pero también con sus jardines de naranjos que tan bien perfuman las calles de Ostuni. También me gustaron los cultivos de olivos y viñas que pueden verse por los alrededores de la ciudad.
La ciudad vive principalmente del turismo; en ella encontrarás todas las infraestructuras que puedas necesitar.