Durante mi estancia en Colombia, este paréntesis de pocos días en el parque natural de Tayrona me permitió relajarme con total tranquilidad, lejos de la civilización. Tuve la suerte de venir en un momento tranquilo, a finales de abril. Durante la temporada alta, el parque puede parecer lleno y perder su quietud.
Me encanta dormir en hamaca, y eso no falta aquí. La noche, los ruidos de la jungla y el movimiento del agua se combinan para mimarte: un auténtico cambio de aires. El espacio para acampar tiene dispuesto un techo, por lo que la lluvia no debe plantear problemas.
Permanecí 4 días aquí y tuve tiempo de disfrutar de las distintas playas. Durante un paseo a lo largo de la costa, tuve incluso la suerte de ver a un caimán reposando al borde de un río, por lo que conviene tener los ojos abiertos. Dicho esto, bañarse en el mar no presenta ningún peligro.
El parque Tayrona era la etapa que esperábamos con más ilusión en nuestro viaje por Colombia. Habíamos hablado mucho de él con los diferentes visitantes que encontramos en nuestro periplo por Sudamérica y todos coincidían en que no podíamos perdernos una visita al parque. Seguimos sus indicaciones e hicimos bien. ¡El parque Tayrona es uno de los lugares más bonitos del mundo!
Comenzamos nuestra aventura en jeep y tuvimos que continuar la ruta a pie por la jungla, siguiendo la ruta señalizada que conduce hasta las playas donde se sitúa la mayoría de los ecolodges. ¡Una bonita entrada en la jungla con sus pequeños ruidos, para fundirse en el ambiente tropical!
Al adentrarnos, como dos aventureros perdidos, no dejan de asaltarnos imágenes de innumerables películas: ¡Indiana Jones, El Mundo Perdido o incluso Lost! Las olas tienen un aspecto peligroso: nos contentaremos con contemplarlas desde la arena blanca sobre la que se asientan las palmeras. Vivimos tres días en medio de un paisaje de tarjeta postal, un pequeño trozo de paraíso todavía protegido y no demasiado turístico. Un lugar en el que te gustaría vivir toda la vida.