Bajo el dominio británico, Nuwara Eliya se convirtió en una estación de montaña para escapar del calor de Sri Lanka. Si he visitado Nuwara Eliya, es, sobre todo, por sus plantaciones de té, cuyo emblema son las mujeres recolectoras de Tamil. También es un lugar de salida para ir al Pico de Adán. En mi caso, me contenté con pasearme por las calles más bien tranquilas de la pequeña ciudad: hay un jardín público con encanto, casas de estilo colonial y un poco de ambiente de montaña que sienta bien.
Me dirigí a las plantaciones a primera hora de la tarde, en un pequeño autobús local porque es bastante más barato que ir en tuk-tuk. Tras visitar una fábrica de té, en la que se explican las diferentes fases del proceso desde la cosecha hasta el secado, me fui a pasear por las laderas de la colina vecina para ver la aldea.
Si te gusta conocer a gente cuando viajas, estarás servido, la gente es hospitalaria, sonriente y curiosa porque, al final, poca gente va realmente a esas aldeas, la mayoría se contenta con las fábricas y las visitas guiadas por las plantaciones. Para codearte con las recolectoras de té, hay que madrugar: cuando encontré un guía improvisado en la aldea que me llevó a las plantaciones, las recolectoras ya habían terminado su jornada.
Un cambio de aires literal durante un viaje por Sri Lanka. Para refrescarse, los colonos ingleses iban a Nuwara Eliya, a 1882 metros de altitud. Entre unas montañas tan verdes, el lago y la niebla, apuesto a que se sentían como si estuvieran en el norte de Inglaterra.
También me hizo mucha gracia que los tuk-tuks fueran rojos, a juego con las cabinas telefónicas. El mercado está llenito de hortalizas. Las coles europeas se combinan con múltiples especias de Sri Lanka, todo perfectamente aclimatado a la región.
Me sorprendió un montón aquel clima frío y húmedo y el viento helado que corría en pleno mes de agosto. Hacía tanto frío que los propietarios del hostal me dejaron dos bolsas de agua caliente para pasar la noche. En realidad, tenía un plumón, pero de todas formas las acepté de buena gana.
Nuwara Eliya era uno de los sitios que quería visitar sí o sí durante mi viaje por Sri Lanka. Pues la verdad es que al llegar no encontré, ni mucho menos, el ambiente que habían descrito otros viajeros. Me tiré un buen rato buscándole ese punto británico que, según dicen, le da un encanto tan especial... Pero no le encontré ninguna magia.
Sí, claro, hay mansiones coloniales y un campo de golf que, junto con el parque Victoria, le dan un toque particular. Pero nada como para volverse loco. Pensaba quedarme unos cuantos días, pero me quedé menos. Hoy en día, Nuwara Eliya da la impresión de ser una ciudad condenada a caer en el olvido.
A lo mejor puedes hacer buenos tratos en las tiendas de ropa. Hay muchas, pero hay que ir con cuidado: la mayoría venden falsificaciones. Si te pasa como a mí y no te gusta mucho la ciudad, siempre puedes pararte en alguna de las pastelerías de la calle principal y hacerte con un dulce botín para disfrutarlo en la habitación del hotel.
Desde Nuwara Eliya puedes ir paseando hasta el Pidurutalagala, el pico más alto de Sri Lanka, o visitar la plantación de la fábrica de té Pedro, una de las más famosas del país.