Cerca y lejos a la vez, una tierra llena de paradojas, el Líbano fascina a todos sus visitantes. La imaginamos antigua, aun sabiendo que es un lugar moderno. La vemos como una tierra extensa, a pesar de no llegar a los 220 kilómetros de longitud. Se la teme por su agitación, aunque puede ser muy pacífica. El Líbano es todo esto a la vez, siempre sorprendente en todos sus aspectos. La diversidad topográfica del país y por lo tanto climatológica, atrae a todo tipo de viajeros y satisface a todos los gustos. Tanto cosmopolita como inquieta, Beirut es el ejemplo perfecto de las paradojas que citamos arriba. Todo se mezcla: edificios de hormigón con villas antiguas, callejuelas con encanto y avenidas despejadas, cornisas modernas y fragantes plazoletas. La guerra ha dejado cicatrices en todas partes, y aunque todavía es posible admirar la Gran Mezquita, aún hay que esperar para poder contemplar algunos de sus barrios que se encuentran todavía en reconstrucción. Los arcos de las rocas de la Paloma al sudoeste de la ciudad ofrecen un paisaje pintoresco para disfrutar de un momento de tranquilidad, alejados del bullicio de la ciudad. Para los amantes de la historia, la antigua ciudad de Biblos, Tiro o Baalbek acogen tesoros arqueológicos que registran las anteriores épocas fenicias y romanas. Entre ruinas, templos, vestigios de castillos y antiguos zocos, tus paseos prometen estar llenos de descubrimientos.