Localizada en la vertiente tropical de Big Island, es un rincón donde es muy común que llueva. Durante vuestro viaje por Hawai, será mejor que ignoréis las lluvias para, sobretodo, salir a conocer esta parte de la isla. ¡De lo contrario os quedaríais de brazos cruzados sin hacer nada! Además, es igual que en Inglaterra, donde siempre llueve algo todos los días, pero también todos los días hay algo de buen tiempo. Aquí es igual, y se van alternando las lluvias con los ratos de sol.
Hilo me pareció un buen lugar para descubrir y conocer el auténtico Hawai. Allí fue donde primero aterricé al llegar a las islas, y si bien está menos integrada que la otra parte de la isla (que es más seca, más cálida y más turística), allí se puede encontrar un ambiente tranquilo y de relax, agradable; cuenta con tiendas pequeñas, especialmente verdulerías, en todas partes, y también hay un gran mercado donde poder hacer las compras sin quedarse arruinado (hay que tener en cuenta que muchos productos se importan del continente, lo cual afecta a los precios, elevándolos).
Tanto en la ciudad como en sus alrededores, podréis aprender algo acerca de la sociedad hawaiana y también de su historia: el Museo del Tsunami es un homenaje a las víctimas de este tipo de catástrofes en el pasado; podréis visitar las plantaciones e instalaciones empaquetadoras de nueces de macadamia (allí son el equivalente al típico aperitivo aquí de cacahuetes, por ejemplo); y los nombres de las calles recuerdan y conmemoran a los antiguos soberanos de Hawai, como los jardines de la reina Liliʻuokalani, o la avenida Kamehameha).
¡Y el aeropuerto es genial! Naturalmente, y debido a que es una región tropical, hace tanto calor que en realidad las paredes son algo accesorio. Es el caso del vestíbulo principal del aeropuerto, que no es el típico "hangar" con techo bajo el cual están los mostradores de las aerolíneas; allí por ejemplo podréis oír el canto acogedor de las aves y el croar de las ranas.