Al norte de Beirut, Trípoli es la segunda ciudad más grande del país. Menos afectada por los bombardeos y hoy día bastante moderna, la ciudad de Trípoli se explora a través de su historia medieval, sin olvidar sus tiendas de dulces de visita obligada. Podemos admirar la típica arquitectura mameluca, como en la mezquita Taynal y en algunas de sus madrasas. En el interior nos encontraremos con Bcharre y sus alrededores que ofrecen a los senderistas caminatas apasionantes cruzando sus gargantas, a destacar la de Kadisha, en donde se pueden contemplar monasterios y tumbas excavadas en la roca. No te pierdas el museo Khalil Gibran ni el bosque de los Cedros de Dios, que acoge numerosos árboles milenarios. En el capítulo culinario, nada como un mezze para degustar unos bocados de taboule, hummus, fattouche y falafel. Prueba también sobre la marcha una shawarma auténtica. La comida es exquisita, con ejemplos como el kibbeh (mezcla de carne de cordero y bulgur), y ni que decir tiene probar un mundialmente conocido kebab. Reserva un poco de espacio para probar pasteles como el baklava o el maamoul (dulce de sémola rellena), así como el café, finamente molido y especiado. En cuanto a las bebidas, el Líbano produce unos vinos excelentes, aunque el alcohol local que no puedes perderte es el arak anisado, que podrás degustar plenamente (con moderación por supuesto) durante la estación de Zahle.