Me pareció que la historia de Falmouth era interesante, porque los cultivadores y los ricos comerciantes que habían establecido un puerto aquí a comienzos del siglo XIX edificaron magníficas casas en el corazón de gigantescas plantaciones. Muchas casas están en ruinas por falta de medios y otras, por el contrario, han sido transformadas en villas de gran lujo. En su conjunto, la ciudad es sorprendente, uno no espera encontrar edificios gregorianos aquí.
No me gustó el hecho de que casi todas las playas son privadas, desde la bahía de Runaway a Falmouth. Para broncearse, hay que pagar el hotel que va con la playa o pagar la entrada a la playa como en la paradisíaca Chukka Beach... Es triste, sobre todo para los locales que deben actuar con astucia para encontrar accesos a las playas existentes solamente con marea baja o accesibles sin aparcamiento.
Sin embargo aconsejo hacer el descenso en "rafting" (la palabra es excesiva porque se trata de una balsa de bambú que va suavemente) del Martha Brae, el río y pueblo vecino a solo 3 km. Es un cambio con respecto a la playa y los paisajes son magníficos.