El Valle de Antón nos ha permitido pasar dos días muy agradables y muy completos en medio de la naturaleza.
Para comenzar frescos, empezamos por el museo de las orquídeas, conocido en la región por su jardín en forma de laberinto extremadamente florido. Es un remanso de paz ideal para disfrutar observando las mariposas y pájaros que vienen a comer por allí.
Aprovechamos el sendero de la Piedra Pintada para estirar las piernas, te lo recomendamos especialmente: la llegada a la cumbre es magnífica y ofrece unas vistas de un océano de colinas verdes.
También se puede hacer un paseo para ver las cascadas y los riachuelos. La entrada es pagada (unos 2 dólares por persona), y nos sentimos un poco decepcionados por el mantenimiento del lugar... Pensábamos en bañarnos pero la basura de los alrededores nos disuadió.
Para familiarizarnos con la fauna del país visitamos el zoo El Níspero, cuya entrada cuesta 5 dólares. El parque es grande, florido, bien cuidado y los animales (algunos de los cuales nos resultaron desconocidos) son innumerables. Para los aficionados al escondite, la zona de los anfibios expone unos acuarios que parecen vacíos a primera vista, sin embargo son el hogar de las ranas multicolores, incluyendo a la famosa rana dorada, símbolo de la región. ¡Te toca buscarlas!
Por último, para terminar la jornada relajándonos, nos dirigimos a los baños termales. Atento a los horarios, los centros cierran bastante temprano. Lamentablemente, nosotros llegamos una media hora antes del cierre pero ya no aceptaban a más clientes...
El Valle de Antón nos gustó mucho, pudimos disfrutar y relajarnos en un entorno fantástico.