Santiago de Cuba es una ciudad preciosa y no me arrepiento de haberla visitado durante mi viaje en Cuba. Sus monumentos y museos principales están concentrados entre la Plaza Céspedes y la de Dolores. La primera está rodeada de magníficos edificios: el ayuntamiento, la Casa de la Cultura, la casa de Diego Velázquez, convertida en museo, que es la casa colonial más antigua de Cuba, así como la catedral.
En la Plaza de Dolores me quedé un poco para escuchar a un grupo musical y, un poco más adelante, me encontré con otros. La música está siempre presente en la vida de los cubanos y muchos son músicos profesionales. Subí hasta el barrio «El Tivolí» por la escalinata de Padre Pico. Sobre sus peldaños, los cubanos jugaban una partida de dominó, ¡el deporte nacional!
Un museo, el de la Lucha Clandestina, cuenta el combate librado contra Batista. Enfrente se encuentra la habitación donde vivió Fidel cuando era estudiante en esta ciudad. Seguí mi camino hasta la Casa de las Tradiciones. Es una galería de arte y un bar. A continuación, volví al centro y encontré un bonito restaurante donde tocaban y cantaban unos músicos.
Al día siguiente, fui al Castillo y a Cayo Granma.
¡Me encanta Santiago de Cuba! Es una ciudad muy diferente a La Habana, que cuenta sin duda con menos atractivos evidentes, pero rebosa de encanto. ¡Parece más un gran pueblo rural que la segunda ciudad del país!
Históricamente, está considerada como «la cuna de la revolución». Santiago de Cuba posee numerosos y magníficos vestigios de su época colonial pasada. Una maravilla que visitar duranteun viaje en Cuba, para los aficionados a las terrazas antiguas con columnas pintadas de cal.
El centro histórico de Santiago de Cuba no es muy grande y puede recorrerse en unas horas, comparado al de La Habana, ¡donde es imposible dar toda la vuelta incluso en una semana! El ambiente es muy entrañable, cosmopolita y simpático.