La capital cubana es una ciudad legendaria y una de las más hermosas de todo el continente americano. Desde la apertura del turismo en Cuba, La Habana es una cita ineludible, un lugar de paso obligado. Algunos turistas solo le dedican un día, justo antes de ir a las playas de Varadero para tomar el sol. Algo inconcebible desde mi punto de vista.
Te recomiendo que dediques al menos 3 días a visitar esta auténtica joya. La Habana está despierta 24 horas al día, por lo que los amantes de la noche disfrutarán de lo lindo. Los bares, las discotecas, los clubes de salsa y las salas de concierto hacen que tras la puesta de sol la temperatura no deje de subir en la ciudad. Tras una intensa noche de fiesta, los que al día siguiente sigan con energía para recorrer sus calles, descubrirán una ciudad fascinante. La ciudad vieja de La Habana ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Podrás visitar sus catedrales y descansar en un lugar a la sombra para observar cómo se desarrolla la vida cotidiana en la ciudad. Entre los lugares imprescindibles de la Habana, te recomiendo las siguientes plazas: la Plaza de la Catedral, la Plaza de Armas, la Plaza Vieja y la Plaza de la Revolución. Además, te recomiendo fervientemente que recorras el Malecón, la calle Obispo, el Paseo del Prado, el callejón de Hamel, La Rampa y el resto de sus calles... Los aficionados a los museos deben visitar el museo de Arte Colonial, el de Bellas Artes, el de la Revolución, el de Artes Decorativas... Y que quede entre nosotros, el desconocido Museo del Chocolate tiene el mejor glasé de chocolate de todo el planeta.
Hay tanto que hacer en La Habana... Estoy seguro de que no te acordarás de visitar todos estos lugares, por lo que otra buena opción es pasear por la ciudad y descubrir por uno mismo los tesoros que esconde La Habana.
Durante mi viaje en Cuba, solía decir que las ciudades se parecían mucho entre sí, pero he de decir que La Habana es de esas que saben marcar la diferencia. Debo precisar que La Habana es la primera ciudad que visité en Cuba, seguramente esta es la razón por la que mis otras escalas me parecieron un poco «sosas».
Pienso que es una ciudad magnífica, tanto por su arquitectura colonial y sus edificios a cuál más pintoresco como por la mentalidad festiva que domina una vez llegada la noche. He de confesar que me ha seducido: ¡en La Habana tenía la impresión de formar parte del rodaje de una película americana sobre las aventuras del Che! Era uno de esos extras deambulando por sus calles pavimentadas y abriéndome paso entre esos coches típicos que todo el mundo conoce.
Viajar a Cuba sin visitar La Habana es un auténtico sacrilegio. Comencé mi visita a La Habana dando un paseo por el Malecón, la gran avenida que discurre paralela a la costa y está repleta de vestigios del glorioso pasado de la ciudad. Tras esto, llegué al Castillo de San Salvador de la Punta.
Por toda la ciudad se alzan magníficos edificios, antiguos palacios y catedrales. Muchas de estas construcciones han sido transformadas en museos, pero en esta visita me contenté con admirar desde el exterior la arquitectura de la ciudad.
Al mediodía paré a tomar algo en un bar de la Plaza de Armas, la sede del poder de Cuba desde hace 4 siglos. En el centro de su parque, rodeado de palmeras (o palmas) reales, se encuentra la estatua de Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, el hombre que sentó las bases de la independencia de Cuba en 1868. Después, me dirigí a la Plaza San Francisco, que destaca por su fuente decorada con leones de mármol blanco, la iglesia y el monasterio de San Francisco de Asís. Luego visité una de las plazas más antiguas de La Habana, que data del siglo XVI. Está rodeada de numerosos edificios históricos.
El Capitolio Nacional, completamente revestido de mármol, es uno de los monumentos más célebres de La Habana. Uno de sus principales atractivos es el diamante de 24 quilates (una réplica) que hay incrustado en el suelo, justo en la vertical de la cúspide de la cúpula, que alcanza los 62 m de altura. Sirve de punto de referencia, de kilómetro cero, para calcular las distancias de las carreteras.