Bañada por el océano Pacífico, la ciudad portuaria de Iquique es una zona muy turística. ¿Cuáles son sus atractivos principales? Sus inmensas playas, su enorme centro comercial duty free y, sobre todo, su casco histórico.
Entre mis favoritos se encuentran: el barrio de Baquedano y sus casas antiguas color pastel; el viejo tranvía que convierte la cuidad en un falso San Francisco; un recorrido, patinando o en bicicleta, por el Paseo Costanera y la Plaza Arturo Pratt, su reloj y sus impresionantes palmeras; el sublime Palacio Astoreca, edificio del siglo XIX construido en pino de Canadá; la playa de Cavancha y sus surfistas; la réplica de la Esmeralda y los leones marinos del puerto de Iquique; el centro comercial Zofri, paraíso para cualquier fanático de las compras que se precie; un mango sour (pisco sour versión mango) en el bar El Viejo Clipper, etc.
En Iquique se respira un ambiente de ocio. Y nos equivocaríamos si intentásemos evitarlo. Iquique es una parada obligatoria si quieres que tus vacaciones en Chile sean perfectas.
El camino que llega a Iquique desde el este atraviesa un espléndido paisaje lleno de montañas nevadas y de volcanes. Si esto ya te parece bonito, es que todavía no has visto nada. La llegada a la ciudad descendiendo por una larga pendiente es espectacular. La vista de la gigantesca duna de 200 metros de altura, la ciudad y sus edificios, el océano Pacífico...es un panorama mágico. Este es el recuerdo que guardo de la llegada a Iquique durante mis vacaciones en Chile.
En cuanto a la ciudad propiamente dicha, recomiendo ir directamente a la plaza Arturo Prat. Una bonita fuente, un gran reloj, unos niños jugando y sus padres supervisándolos, vendedores de globos y caramelos y un cielo azul. Felicidad en estado puro. Justo al lado se encuentran el teatro y el casino. Fueron edificados en pleno apogeo de las explotaciones de salitre. Aunque estos lugares son extraordinarios, el verdadero tesoro de Iquique se esconde en la calle Baquedano y sus magníficas casas de madera. Las fachadas de colores dan testimonio del esplendor y la riqueza que se vivieron en la región durante la época dorada del salitre. Estas preciosas residencias me recuerdan a las mansiones del Misisipi que salían en los dibujos de Tom Sawyer cuando yo era pequeño.