Quebec y Montreal, las dos principales ciudades de la provincia de Quebec, son la puerta de entrada ideal para descubrir Canadá.
La ciudad de Quebec es, para aquellos que viajan por Canadá, la ciudad más parecida a Europa de toda Norteamérica. La arquitectura es europea, la gente habla francés y todo (o casi todo) se parece al viejo continente. Además, es un lugar cargado de historia, donde podrás comprender el significado de "Je me souviens" ("Recuerdo"), el lema del escudo de la provincia, que hace referencia a "haber nacido bajo la flor de lis y haber vivido bajo la rosa".
Cualquier estación es buena para descubrir la ciudad, pero debo confesar que a mí Quebec me parece más bonita en invierno. La nieve cae sobre sus callecitas, con el castillo de Frontenac dominando el casco antiguo y jugando con sus luces. El verano (también) es una estación muy agradable, con sus numerosos festivales, sus atracciones naturales (como las cataratas de Montmorency) y la posibilidad de salir a hacer senderismo o montar en canoa en algunas de las muchas reservas naturales de la provincia, muy cerca de la ciudad.
Por último, no te pierdas sus museos, de gran calidad, repartidos por todo el casco antiguo, en el interior de las murallas: ¡son perfectos para toda la familia!
Montreal tiene un estatus un poco especial. Aunque todo el mundo piensa que la ciudad es solo francesa, en realidad es totalmente bilingüe, anglófona y francófona, tanto en su lengua como en su cultura.
Más norteamericana que Quebec, su hermana pequeña, Montreal tiene una arquitectura y una disposición urbana más rectilínea, organizada por barrios. Sin duda, los más interesantes son los que están junto al Viejo Puerto, en el monte Tremblant y sobre la llanura, un lugar de reunión tradicional de los franceses expatriados.
Durante tu viaje a Canadá no te pierdas Montreal y sus actividades: ir de tiendas por las galerías cubiertas, ver un partido de hockey de los Canadiens en el Centre Bell, probar la "poutine" y los caramelos de arce en las cabañas de azúcar, o disfrutar de los festivales en verano y de las guerras de bolas de nieve en invierno.
Si tienes ganas de aventuras y te apetece alejarte un poco, el monte Tremblant y el parque Oméga son dos lugares muy bonitos por los que puedes pasar antes de aventurar te hacia el oeste y explorar el resto del país.
Quebec y Montreal: las más bellas embajadoras de la Canadá francófona.