En una década, Saint Leu es el destino que ha experimentado el cambio más significativo. La ciudad con un tráfico complejo por los atascos se ha convertido en un lugar apreciado por su cultura y su dinamismo. Si bien Sakifo (festival de música) abandonó el lugar para instalarse en el sur de la isla, el lugar tiene una influencia cultural importante en el panorama de Isla Reunión. Además, la carretera de los tamarindos ha permitido descongestionar completamente Saint Leu de sus tapones.
Mi momento favorito es dominical, cada domingo, el paseo marítimo de Saint Leu se llena de puestos y de música, grupos de horizontes musicales de todos los géneros posibles, del jazz al punk, del maloya al tango, nada como terminar tu fin de semana contemplando la puesta de sol mientras te tomas un trago. Date un chapuzón durante una estancia en la Isla Reunión.
Al llegar a Saint-Leu utilizando el famoso Car Jaune (servicio de autobuses interurbanos), me metí de lleno en el ambiente. El Ayuntamiento, antiguo edificio colonial, las estatuas en homenaje a los esclavos sublevados en 1811, y el parque del 20 de diciembre de 1848 me rodean. ¡Aquí, la historia de la isla está omnipresente! Al atravesar la pequeña aldea, a pesar de los daños ocasionados por la especulación inmobiliaria, todavía subsisten algunos tesoros del pasado, vestigios evidentes de las actividades de la Compañía de Indias.
A lo largo de la orilla del mar, grandes árboles crean un delgado pasillo sombreado, salpicado de pequeños puestos, instalados en bungalós de madera, que ofrecen bebidas y aperitivos. Este sábado también se instaló un mercado cerca de la orilla. Puestos modestos pero coloridos nos reciben bajo inmensas sombrillas de plástico. Un vendedor ofrece aves de corral vivas y me dice amablemente ¡que él puede "matar una por mí si yo lo prefiero"!
Para recuperarme del calor y mis emociones, opto por un restaurante de aperitivos de la entrada del pueblo. Por un precio módico pude degustar varios platos servidos en bufé. La tarde continuará en plan relax cerca del mar, bajo los famosos árboles, casuarinas, plantados ahí para abastecer el tren de vapor de 1882 a 1960, aproximadamente, según me enseñó el camarero. Acabo el día paseándome a lo largo del pequeño puerto.